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El anticapitalismo del acto analítico

Colette Soler


Me atreví a dar como título a las pequeñas cosas que voy a decir: "El anticapitalismo del acto analítico". Y, por supuesto, es un título que necesita algunas explicaciones.
Como saben, es un hecho que ahora, en el 2004, hay todo un movimiento de descontento y de denuncias hacia el estado de la civilización. Se habla de los sujetos posmodernos y de su sufrimiento, pero también de su poca disposición al psicoanálisis.
Es verdad, nos podemos preguntar qué cosa puede decir el psicoanálisis y qué puede hacer respecto de lo que pasa en el mundo.

Primero, observo y les recuerdo cosas que conocen, y es que desde el principio de su trabajo Freud, antes de Lacan, subrayó el lazo entre los síntomas que los sujetos presentaban al psicoanalista y el estado de la civilización. Y eso no es sólo en su texto de 1937 El malestar en la civilización, sino que estuvo presente al principio, antes de los años 1900, en los Estudios sobre la histeria. Las primeras elaboraciones de la histeria de Freud conectan los síntomas de las histerias y su ubicación en el mundo cultural.

Hace dos años trabajé en París sobre la histeria, retomé este texto y me impactó redescubrir cómo Freud lo decía de manera divertida. Conectaba los síntomas a la buena educación y decía que un sujeto que tuviera una buena educación, con una transmisión de valores y de ideales, poseía mayor propensión a producir síntomas. Llegaba a decir que una joven de una condición social baja tenía menos probabilidades de tener síntomas que una chica de clase alta, hija de una familia burguesa tradicional -ésta tenía más probabilidades de presentar síntomas-.

Por supuesto, esto es un eco cultural del momento en el que Freud empezó a trabajar. La idea de ese momento era que entre la psicología individual  -como él lo manifestaba- y la psicología colectiva, no había un hiato, sino por el contrario que existía una conexión.

Es verdad que Lacan en otros términos, en otra formulación es coherente respecto de este tema desde el principio de su trabajo hasta el final, no hay un inconsciente colectivo sino que siempre hay un inconsciente individual. Lo que ocurre es que hay una incidencia del discurso colectivo sobre cada sujeto.

Entonces cuando digo "discurso colectivo", por supuesto utilizo el término en el sentido de Lacan; es decir, no designo sólo el término de "discurso" ni sólo "el hablar", sino que designo el arreglo, el orden de los lazos sociales. Podemos decir entonces que se trata del orden de lo que llamamos "la realidad"  que es siempre una realidad ya ordenada por la vía del lenguaje .

Entonces, cuando digo "discurso" me refiero más o menos a la misma cosa que Freud llamaba “la civilización”, con una diferencia evidente: y es que Lacan no dice "el discurso" en singular como Freud tomaba "la civil¡zación" en singular. Lacan decía que hay diversos discursos, es decir, diversos modos de regulación de los lazos sociales, y en ese sentido se puede decir que el análisis es un discurso con dos partenaires,

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Ahora hay que precisar un poco la lógica del lazo entre discurso colectivo y sintomatología individual. Es sencillo: el discurso y el psicoanálisis tratan la misma cosa, hacen, en el sentido del tratamiento, la misma cosa. No la tratan de la misma manera, pero tratan la misma cosa, o sea, lo que Freud llamó "pulsiones" y que Lacan terminó llamando -de manera más amplia  "goce".

Un discurso, una civilización... Podríamos decir que se trata de una máquina del lenguaje, máquina cultural para regular, ordenar las conductas, para hacer posible la convivencia más o menos pacífica entre los seres hablantes  lo que supone un tratamiento de las exigencias de goce de cada uno .

En este sentido, todo discurso nos demuestra el poder no voy a decir de "lo simbólico", sino de lo que Lacan terminó llamando "semblantes"  es decir, una mezcla de significante y de imaginario . Estos semblantes tienen realmente un poder de regulación de las conductas que suponen siempre limitaciones de goce, goces permitidos, no prohibidos y hasta prescriptos. Porque como dice Lacan todo lo que no está prohibido se vuelve obligatorio. Esta es una frase que me gusta mucho y que al principio me parecía sorprendente, pero en realidad es realmente fuerte.

Efectivamente, todo lo que no está prohibido... ¿Cómo se vuelve obligatorio? Se vuelve obligatorio por vía de lo que llamo una"inducción imaginaria". Y basta con ver a uno que aprovecha algo para que los demás piensen que también lo deben aprovechar. Esto es lo que llamo inducción imaginaria".

Entonces, en este sentido, el problema es que ningún discurso logra or­denar todo el goce; siempre hay una parte de goce en los individuos que no coincide con lo prohibido prescripto. Y es por eso, además, que no hay civilización o discurso sin policía.

La policía, la psiquiatría y la educación son los instrumentos que se ne­cesitan. La educación para hacer entrar en el discurso. La psiquiatría para recoger lo que no entra, y la policía para contener lo que tampoco entra.

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Entonces, vemos que el psicoanálisis trata exactamente lo que llamamos síntomas, pero además de todos los síntomas, hay un goce disidente.

Tomo al síntoma en un sentido general, es decir, lo que el sujeto mismo percibe como algo que no va, que le hace sufrir, que se impone a él y que no logra eliminar. Puede ser algo que proceda del hecho de decir que "no logro hacer esto", o que "no puedo impedirme de hacerlo"  pero siempre es algo de este tipo .

Es decir, un síntoma siempre es una objeción a la prescripción del discurso común, y los sujetos que traen los síntomas son sujetos que padecen de no lograr la conformidad, de no lograr ser como los demás, hacer lo que los demás hacen, obtener lo que los demás obtienen...

Para decirlo de otra manera: los síntomas siempre son objeciones a lo que Freud llamaba "el principio de placer". La conformidad es el principio de placer freudiano incluido en un discurso. Entonces, podemos decir que el principio del placer consiste en compartir el sueño del discurso común. Y desde el principio, la tesis de Freud es el secreto del síntoma, de cada síntoma. El secreto que se revela en el trabajo analítico es siempre una pulsión que exige su satisfacción; esa es la tesis freudiana de origen, entonces, es en este sentido que hablo de la disidencia. No es una disidencia colectiva, sino privada.

Lacan incluso, a proposito del sujeto histérico, se refiere a un sujeto que "hace la huelga" del cuerpo  utiliza una palabra que proviene del discurso colectivo para designar la disidencia de un tipo de síntoma .

El psicoanálisis trata la misma cosa que el discurso común, o sea, finalmente, la pulsión, el goce. Pero evidentemente no lo trata de la misma manera: trata el goce rebelde, por decirlo de alguna forma.

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¿Qué es lo que caracteriza al discurso capitalista? ¿Qué es lo que caracteriza a este discurso ahora, en la actualidad?

Me voy a referir a una tesis de Lacan: Él dice que lo que caracteriza el modo de goce actual  lo decía en los años '70 y no ha cambiado, al contrario, se acentuó  es que se reduce al plus de goce. Es decir, ahora go­zamos en el registro del goce parcial fragmentado a todos los niveles, incluso al nivel de la pareja sexual. La célebre frase de Lacan "no hay relación sexual"  que podría dar lugar a un seminario anual , se refiere tanibién a ésto. La idea es que nos queda una sola forma de goce: el goce fragmentado y parcial. Además añade que en nuestro goce no habla más de otra manera.

Aquí hago un pequeño parentesis, para decir que es verdad que hubo épocas de la civilización en las cuales se hablaba en otro registro de lo que nosotros llamamos "goce". En toda la época en la que había corrientes místicas, las monjas que en los conventos escribían  precepto de la Iglesia  su diario de la relación con Dios, hablaban, bajo el nombre del amor a Dios, del goce. Se hablaba del goce, pero no en términos de parcialidad, de plus de goce, sino por el contrario en términos de infinitud, de sacrificio total; era otra elaboración cultural apasionante cuando la leemos hoy, si volvemos a los textos de esa época.

Gozar y hablar del goce en el registro del plus de goce, implica que conocemos sólo el registro cuantitativo, porque el plus (más) llama al moins (menos).

Hablamos de un goce capitalizable: más dinero, más objetos, más éxito, más belleza, más salud  todo lo que quieran. Más orgasmos, incluso ahora se cuentan los orgasmos. Quizá es por esto que el supuesto goce no capitalizable de la mujer apasiona tanto, porque tal vez es lo que queda de no capitalizable,en algún pequeño rincón donde habría algo no capitahzable. Se intenta, además, capitalizar lo que no es capitalizable.

Es verdad que ahora hablamos de nuestro goce en términos de acumulación, de concurrencia, de comparación y de gestión. No fue siempre así, es por eso que ahora escuchamos a un sujeto decir "no logro gestionar mis amores", "no logro gestionar mis relaciones con los hombres". Por supuesto: el inconsciente es el que presenta alguna pequeña dificultad para la gestión de los amores. Creo que este es el resultado de tres siglos de ciencia, dos siglos de capitalismo y, no hay que olvidar, un siglo de psicoanálisis.

¿Por qué creo que el psicoanálisis ha tenido su parte en esto? Es verdad que fue Freud quien al principio del siglo, en 1905, lanzó en la civilización lo que descubría vía el desciframiento de los síntomas, es decir, las pulsiones parciales como él mismo decía, las pulsiones fragmentadas, etcétera. Estas formas fragmentadas de las pulsiones las encontraba en el inconsciente. La "perversión polimorfa del niño" cumple un siglo exactamente ahora; al principio fue una conmoción, un escándalo y en este momento es una banalidad. Ahora todos  y no me refiero a los psicoanalistas  saben eso, se ve en las pantallas de televisión y en los periódicos.

Entonces, me parece evidente que el psicoanálisis ha tenido su papel y en este sentido, hay una cierta convergencia entre el descubrimiento de Freud respecto de las pulsiones y el estado actual del modo de goce. No sólo existe una congruencia, quizá el psicoanálisis ha tenido un cierto papel causal y es lo que Lacan ha llamado  con una pequeña expresión  "el saldo cínico de cada análisis". Pero el saldo cínico de cada análisis corresponde exactamente al cinismo, al individualismo cínico generalizado del tiempo actual, son congruentes.

Me pregunto si es así . Ahora los psicoanalistas protestan ante lo que pasa, pero protestar no tiene ninguna eficacia; debemos estudiar cuál puede ser el papel del psicoanálisis ahora, en el registro del cinismo generalizado del goce.

Llamo "cinismo generalizado" al hecho de que ahora es algo totalmente admitido que un sujeto no tenga nada más que hacer en su vida que dedicarse a sus cosas; es decir, a sus logros y realizaciones individuales. Esto no indigna a nadie, sino que es normal. En otra época hubiera indignado, se hubiera pensado y calificado esta actitud como inmoral. Actualmente el discurso común la considera como una actitud totalmente normal. Sin embargo constatamos que esta normalidad de redimir el goce -plus de goce  produce el aumento de la insatisfacción puesto que el "más" va con el "menos", el aumento del sentimiento del sinsentido  lo recordaba en una entrevista  y también el incremento de las violencias diversas que observamos.

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Quiero subrayar los problemas de la violencia que ustedes conocen bien y que, actualmente, en todos los países se conocen y se padecen fenómenos de este tipo.

La violencia no es un concepto, es una noción un poco confusa. Cuando hablamos de la violencia actual hablamos más bien de lo que voy a llamar "las violencias del desorden", es decir, las violencias que entran en conflicto con la homeostasis del discurso y que son las que vemos cada día en todos los lugares. Son violencias que tienen que ver con la transgresión del orden, pero no debemos olvidar que hay también una violencia del orden: no hay ningún orden que no implique una violencia en la medida en que para ordenar los goces se debe prohibir y normativizar.

Hay una expresión en francés  no sé si existe en castellano  que dice "se faire violence" "hacerse violencia". Muchas veces cada uno de nosotros "nos hacemos violencia" para soportar a los demás.

Pero no sólo existe la violencia del desorden y del orden  no desarrollo la violencia del orden porque me parece bastante evidente, podemos discutirla, pero no es el caso , sino que hay otra violencia: la violencia instituyente.

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A principios del siglo XX, justamente en el año 1922 en Europa, hubo un debate sobre la violencia instituyente, que no es del orden ni del desorden, pero que se ubica por fuera del orden. No es desorden, es fuera del orden.

Hubo todo un debate entre dos autores que no sé si ustedes conocen: Carl Smith, que bajo el título Teología política, conecta la política con Dios y Walter Benjamin, quien ese mismo año escribió su texto Para una crítica de la violencia, donde habla de la violencia divina. No es para hablar de Dios, sino del hecho de que no hay ningún orden sin un punto de excepción que se encuentre necesariamente afuera.

Evidentemente, Carl Smith y Walter Benjamin son interesantes porque el primero estaba sospechado de ser simpatizante del nazismo, como de derecha, y tuvo alguna dificultad después del nazismo. Benjamin, en cambio, tenía una ideología totalmente opuesta pues era un hombre de izquierda. Sin embargo ambos se encuentran en el punto de reflexión sobre la violencia instituyente.

Si se preguntan qué tiene que ver esto con el psicoanálisis, la respuesta es que si no tenemos en cuenta la estructura del punto de excepción, no podremos entender ni la creación en cualquier campo del arte o del pensamiento político, ni el acto analítico. Eso me lleva a interrogarme sobre la violencia del discurso analítico.

En el psicoanálisis recibimos lo que podemos llamar "los heridos", "las víctimas" del superyó capitalista. Son los que no lograron entrar en los requisitos de felicidad, éxito, belleza, fuerza, energía, alegría, optimismo, competición, etcétera...

Recibimos estos heridos y, por supuesto, vienen con la esperanza de ser un poco cuidados, un poco curados. No digo que no lo hacemos finalmente, pero hay que ver que el psicoanálisis los hace entrar en otro discurso, y que ese otro discurso tiene también su violencia.

Lo que quiero subrayar un poco es lo siguiente. ¿Qué es lo que el psicoanálisis promete al final a un sujeto que padece de su incapacidad para satisfacer al superyó capitalista? Si seguimos a Lacan le prometemos lo que llamamos un efecto de separación; es decir, un efecto que va a curar la ferocidad del superyó capitalista y que le va a permitir, quizá, encontrar su camino singular sin preocuparse más de la conformidad con los demás. Pero eso no se logra sin una cierta presión, incluso hablo de violencia.

Quiero hacer notar esta violencia del psicoanálisis. El sujeto llega con todo su sufrimiento, se queja y padece. ¿Cuál es la posición analítica frente a este padecimiento? No es la posición del psicoterapeuta. Es una posición, casi un axioma a priori de este sufrimiento: cualquiera que sea, es interpretable. Es la posición del analista y, si hacemos hablar al paciente, es porque pensamos que su padecimiento es interpretable.

¿Qué quiere decir "interpretable"? Quiere decir que finalmente a la víctima la pensamos como responsable de su padecimiento. "Responsable" en el sentido de que es ella sola quien puede responder a este padecimiento. Esto realmente es una violencia, porque por supuesto cada sujeto que viene al análisis viene a presentar algo por lo cual piensa que no puede hacer nada, es algo que se le impone. Entonces, se piensa más bien como víctima de lo que le pasa, no se piensa como responsable; y el mensaje que no se enuncia pero que se deduce de todo el dispositivo freudiano es que dice "ah, bien, padece, entonces por favor, un poco de asociación libre". Es decir que si habla un poco de manera no censurada, vamos a encontrar la causa del padecimiento en él mismo.

Es decir, tratamos a la víctima como un sujeto responsable y aquí hay una dificultad. Es que el método del psicoanálisis se encuentra en simpatía con la culpabilidad del sujeto, incluso se sirve de la culpabilidad del sujeto. La culpabilidad es la emergencia espontánea, salvaje, en un sujeto, del sentimiento de responsabilidad. Es culpable, entonces es responsable.

Es verdad que para analizar a un sujeto necesitamos esta posición que consiste en percibir algo de la responsabilidad. No podemos analizar una víctima reivindicante. Una víctima que piensa que es culpa del Otro o de los demás no se puede analizar. La podemos analizar sólo si logramos producir lo que Lacan llamaba una "rectificación subjetiva", es decir, un cambio de perspectiva sobre lo que le pasa.

En primer lugar, entonces, debemos transformar a la víctima que acusa en víctima culpable  en el sentido de "responsable" , y eso realmente es una violencia útil, benéfica, que sirve a la finalidad analítica. Pero no hay que borrar el hecho de que vaya en contra de la demanda consciente de superficie.

Hay algo que disimula de entrada esta violencia. Por supuesto, la violencia que consiste en cargar al pobre analizante de la responsabilidad de su goce no se percibe mucho, en la medida en que al principio hay una transferencia. La transferencia disimula y permite soportar esto. La transferencia en cierta medida produce una ilusión inmediata. Lacan decía en su seminario La transferencia que el hecho de escuchar a alguien, de sólo escucharlo, sin prometerle nada, ya significa en sí mismo que lo que dice tiene un interés. Es decir, el dispositivo que le permite hablar al sujeto que pide un análisis diciéndole que todo lo que diga será interesante, va a tener un papel sobre todo para un sujeto que venga del discurso capitalista donde nadie escucha a nadie. Ya es un regalo.

En este sentido Lacan decía que basta al principio escucharlo para que el sujeto se perciba un poco como erómenos, es decir, como "el amado"  lo decia en griego en su seminario , un poco amado, acogido en un ambiente de interés. Eso disimula un poco la violencia de entrada, que va a consistir no sólo en cambiarle la responsabilidad de su goce sino, además, obligarlo  si queremos que haga un análisis  a aceptar, a descubrir y a saber algo que no quiere saber.

No debemos olvidar que al principio de su trabajo Freud llamó a la neurosis "psiconeurosis de defensa". La defensa implicaba lo que ahora llamamos "el no querer saber", no querer saber lo que se encuentra como causa del síntoma.

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¿Cuáles son los nombres producidos en el psicoanálisis? Los dos nombres freudianos, los conocemos: castración y pulsión. En Lacan también: castración y goce  y de eso, efectivamente, nadie en ninguna parte quiere saber nada .

En este sentido un psicoanálisis debe tener efecto terapéutico; pero un psicoanálisis en sí mismo nunca es una terapia, es un proceso que con Freud y en términos generales podríamos llamar "de exploración del inconsciente", o mejor "de lo que el inconsciente implica"; o sea, de lo que Freud llamó "la castración", que no es sencillamente la privación, sino la parcialidad del goce y también las exigencias del goce mismo.

En cuanto a la violencia del empuje a saber, podemos decir que hay un empuje a saber que en el análisis se encuentra compensado con el beneficio del análisis. Primero, el beneficio terapéutico  y he dicho que no hay análisis sin efecto terapéutico, sin embargo, el efecto terapéutico no es el todo del beneficio analítico. El beneficio es lo que he llamado al principio "el efecto separación", es decir el empuje a saber de la castración (Lacan dice "horror frío del discurso analítico") que empuja a cada sujeto a descubrir el punto peor, a discernir el punto peor.

Este empuje se compensa, primero, con el beneficio terapéutico  en el sentido vulgar  y, segundo, con "el efecto separación". Es decir, que el análisis permite al analizante descubrir su singularidad, lo que no tiene en común, lo que no comparte con la troupe, sino lo que tiene de singular. Porque la castración es para todos, sin dudas, pero el modo peculiar de inscripción de la castración es singular en cada uno y las pulsiones, las exigencias de goce ligadas en relación a la castración, también son singulares.

Entonces, permitimos al sujeto su "identidad de separación", lo que está en su singularidad determinada por su inconsciente. Eso es un beneficio, beneficio que realmente podemos decir que es importante. Se separa de lo que he llamado la "violencia de entrada" y la "violencia del proceso". Ahora hay una "violencia de salida", pero la "violencia de salida" no cae sobre el analizante sino sobre el analista.

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Lacan lo ha dicho de diversas maneras, pero con expresiones que podrían parecer enigmáticas. Ha hablado del hecho de que al final de un análisis el analista es el desecho de la operación. Y hablar del analista que entra en el proceso analítico, es hablar de una promesa de rechazo. Y es por eso, además, que termina preguntándose cómo uno puede querer volverse analista cuando sabe lo que se le promete. La pregunta se liga con "la tesis del analista como desecho del proceso".

¿Qué quiere decir? Realmente hay que pensarlo, porque los analistas no tienen cara de desecho. Creo que se podría desarrollar largamente, pero no quiere decir  como se desarrolla a veces , sencillamente, que el analista que fue sujeto supuesto saber, investido con la calma de sujeto supuesto saber e idealizado con supuesto saber, al final cae de esa idealización para que, finalmente, el paciente le diga "chau". Si era para decir eso que Lacan había hablado del "analista desecho", francamente no valía la pena decirlo.

Se habla también de los analistas que no soportarían que los analizantes se marcharan. A veces puede suceder, porque uno se gana la vida con los pacientes; es verdad, realmente cuando uno vive de eso y tiene pocos pacientes, que el paciente se marche es un problema... Pero esta tesis de que el analista, cuando no hay razones coyunturales, no pueda soportar que su analizante se marche, me divierte mucho porque todos en la vida ven marcharse seres queridos. Los padres ven marcharse a sus hijos, los amantes se separan y finalmente todos lo soportan. Entonces si el analista  supuesto analizado  no puede soportar ver a un paciente marcharse, estaríamos en el mundo del revés.

No sé si conocen a Moustapha Safouan... Hace un tiempo atrás lo escuché y entre otras cualidades tiene la de decir las cosas sin máscaras. Todos hablaban del analista desecho y del problema de la separación con el analista. Él dijo: “Pero no entiendo, porque realmente cuando el paciente se marcha a veces es un alivio después de tantos años de soportar la solicitud de la demanda y sin dejar de quedarse en la posición analítica uno puede decir ¡Uf!”. Tenía razón. Me quedó en la memoria porque era gracioso en contra de todo el discurso oficial, pero era verdad.

Creo que cuando Lacan dice "el analista desecho de la operación", no designa nada patético a nivel de sentimiento respectivo del analista y del analizante. Creo que designa exactamente el hecho de que el acto analítico no se puede capitalizar. Me explico: el acto analítico se paga, pero eso no lo hace capitalizable.

Me parece que el acto analítico no es capitalizable en la medida en que el beneficio de la operación analítica es para el analizante y no para el analista  esto siempre y cuando exista un beneficio, puesto que hay fracasos también en el psicoanálisis . La posición del acto analítico no trae ningún beneficio al analista, es lo que también comparte con la vocación.

¿Cómo podemos percibir esto? El acto analítico es un acto que se reitera en cada análisis y, a veces, de manera recurrente, en el proceso analítico que va a contrapelo. Es lo que llamaba "sub violencia". Entonces depende totalmente del deseo del analista, nadie lo obliga, nadie le pide hacerlo y, a veces, ni siquiera el analizante mismo; es algo que no se adquiere de una vez por todas, por lo que cada vez se debe recomenzar.

Los logros del acto no son para el agente del acto sino para el analizante, y creo que es un caso único. El acto del artista trae un beneficio a su nombre, el acto del político trae un beneficio a su nombre, el acto del pensador también, pero el acto analítico no trae nada al nombre del analista. Nadie se hace un nombre con el acto analítico. Por supuesto, hay nombres en la historia del psicoanálisis como Freud, Lacan, Melanie Klein, Ferenczi y otros, pero ellos se deben a sus elaboraciones de saber sobre el psicoanálisis. Suponemos que cuando hay una elaboración de saber esto testimonia por el acto, pero el acto solo no trae ningún beneficio para el analista. Un excelente analista puede pasar como una persona totalmente oscura y desconocida.

Puedo decir que no se puede atesorar el acto analítico, es lo que llamo "el anticapitalismo del acto". No es sólo que opera en contra de las finalidades del discurso capitalista que va así a la singularidad del analizante, sino que no trae ningún beneficio del lado del agente. Realmente no sé cómo se subrayó tanto esto pero tengo una pequeña idea a la que llegué quizá observando a mis colegas  porque yo no me puedo observar : me parece que los psicoanalistas sufren más en el discurso capitalista desarrollado de hoy que hace treinta años atrás. Eso es seguro.

De esa forma me explico la propensión actual de los analistas a aparecer en los medios, periódicos, televisión, librerías, etcétera, como queriendo hacerse ver en forma manifiesta y reconocer en alguna parte. Es decir, es algo bastante nuevo porque cincuenta años atrás ni en la IPA, ni en la Escuela Freudiana de París los analistas figuraban a nivel público. Había una completa discreción y todos los que sobresalían lo hacían por sus obras, no por ser analistas.

Ahora todo eso cambió totalmente y la interpretación no parece tan dificil. Es que los psicoanalistas, como los analizantes, son sujetos del capitalismo. Es decir, que no pueden denunciar los cambios de los analizantes porque nosotros mismos caemos bajo la incitación del discurso dominante. Y es un discurso que no empuja a la discreción, es un discurso que empuja a cada uno a éxitos ostensibles, que se muestran, que se saben y que figuran en un periódico, en una pantalla.

En este sentido, puedo decir que es más dificil soportar el ejercicio de la profesión analítica ahora que hace cincuenta o cien años atrás, porque al principio del siglo había toda una idealización del personaje y eso no se encuentra más en el discurso actual.

Entonces, para terminar, puedo mencionar que ahora nos interrogamos mucho sobre el porvenir del psicoanálisis. Algunos pretenden que el psicoanálisis está amenazado por el hecho de que los sujetos actuales, "posmodernos" como se dice muchas veces, no tienen la misma disposición. Que los síntomas actuales no llaman más al sujeto supuesto saber; que no sé qué otras cosas, muchas cosas del lado de los analizantes...

No me preocupa la desaparición de los analizantes posibles porque creo que la posibilidad de transferencia tiene su fundamento en la palabra, en el lenguaje mismo, y que el problema más bien es el mantenimiento de los analistas. Me parece eso y no sé durante cuánto tiempo habrá todavía sujetos que acepten consagrarse al acto analítico. Eso no me parece tan seguro. Mientras haya analistas habrá analizantes, porque es el analista el que produce al analizante utilizando, por supuesto, la estructura misma del lenguaje, pero la persistencia del analista me parece que está en cuestión ahora.

*

Preguntas:

Yo quiero decir que me hizo pensar lo que dijo sobre el papel del psicoanálisis en el egoísmo. Hay una banalización del psicoanálisis que supone, de alguna manera, que cada uno debe ocuparse de sus cosas, que para eso se va al analista, para poder ocuparse de sus cosas. Esto, ¿cómo lo piensa con relación a los efectos, en lo que llamó "el cinismo generalizado"?

Creo que hay algo que no depende de los analistas en su conjunto y es el hecho de que vivimos en un discurso sin trascendencia. Quiero decir que no prometen nada, ningún objetivo o perspectiva a la cual dedicarse y que sobrepase los objetivos individuales.
En ese sentido hubo realmente un gran giro entre el siglo XX y el siglo que empieza, porque podríamos pensar que el siglo XX fue el siglo de las grandes ilusiones, pero existió lo que llamo "la trascendencia revolucionaria", es decir, la creencia de que se podía transformar el mundo y desarrollar el hombre nuevo, nuevos ideales, etcétera. Conocemos el resultado.

Ahora podemos decir que en el discurso común no hay ninguna promesa de algún objetivo trascendente  y los sujetos aspiran a algo que les trascienda, en realidad.
Cuando hablo de "cinismo", no hablo de un cinismo de satisfacción, sino que es un cinismo por falta de otros objetivos. No hay nada a qué dedicarse y podemos constatar en la civilización actual muchos fenómenos que indican la aspiración de los sujetos. Se inventan nuevas y pequeñas causas como cuidar al planeta, cuidar a todos los que sufren de algo y movimientos de creación de asociaciones para estos fines. Son intentos para inventar nuevas causas.

Vemos también el desarrollo de las sectas, tan peligrosas por supuesto, pero que responden a la aspiración de los sujetos de creer en algo que los trascienda.
También lo observamos del lado de la religión. Eso no lo puede cambiar el psicoanalista.
Es verdad que la civilización empuja al sujeto a ocuparse de sí mismo y que aquel sujeto que acude al psicoanálisis lo hace para arreglar o mejorar sus cosas. El psicoanálisis no le promete una nueva causa colectiva  espero , le promete una causa individual, es decir cernir su singularidad y operar en el mundo con ella.

Eso nos mantiene en el ambiente del individualismo y por eso es, creo, que Lacan desde siempre insistió sobre la necesidad de que los analistas tengan una Escuela, es decir, por la necesidad de que todos estos analizados, con su identidad de separación, sean sujetos que no entren fácilmente en las causas colectivas. Cuando Lacan pensó la Escuela, lo hizo  justamente  como algo que no constituye una causa colectiva, sino que creía que la dedicación para desarrollar cada uno con sus capacidades el estudio de la teoría analítica y poner en cuestión al análisis mismo, podía reunir a los analistas sin hacerlos entrar en una nueva armada  aunque algunos sueñan con una armada . Pero creo que no tendría porvenir dentro del psicoanálisis.

Creo que con esto he contestado un poco a su pregunta. Pero, igualmente, añado algo: lo que Lacan llama "el deseo del analista". La puesta a punto del deseo específico del analista en el análisis mismo es algo que va hacia el lazo social analítico. No es sólo que el analista al final se queda solo con su identidad de separación, es que supuestamente su identidad de separación no funciona sin la aparición de este deseo del analista que lo conecta no sólo con los otros analistas sino que lo encierra en el lazo analizante-analista. Entonces, eso no va en el sentido del sí mismo individualista.

Una vez en los Estados Unidos encontré a alguien que me dijo: "Por favor, infórmeme cuántos años de análisis, cuántos de formación y cuánto se gana". ¿Qué puede contestar un analista? "Bueno, al principio no se sabe cuántos años de análisis son necesarios, la formación es interminable  toda la vida  y la ganancia no se puede prever, depende totalmente de contingencias, de lugares y de personas. Entendemos que es una profesión bizarra".
No es por casualidad una pregunta realizada en los Estados Unidos, porque tienen un pragmatismo casi total.

Pregunta: El auge de la psicoterapia actualmente ¿qué influencia puede tener y de qué manera puede afectar la práctica analítica? Porque negativamente se puede pensar en la diferencia entre el psicoanálisis y la psicoterapia. Usted lo evocaba en su exposición, pero a nivel de discurso social... ¿Vehiculiza algo de la difusión? Es un poco delicado lo que digo, pero hay como una vulgarización de las psicoterapias que a veces se asocian al psicoanálisis.

Quizá recuerden que Lacan tiene una tesis sobre lo que permitió el éxito de la ciencia en el mundo. La hipótesis consiste en decir que si la episteme griega se convirtió finalmente en la ciencia moderna en el siglo XVII, no fue sin haber seducido al amo moderno.
Se ve claramente ahora cómo la ciencia, para desarrollarse, debe obtener el dinero y los créditos que le permitan la organización de la investigación  porque la ciencia sin la complicidad activa de los poderes no puede desarrollarse .

Podríamos preguntarnos a quién puede seducir el psicoanálisis. Es cierto que el psicoanálisis puede seducir  y lo ha logrado  a las víctimas del discurso, a los que padecen de los síntomas en la civilización. Y en cierta medida, con una ironía de la historia impresionante porque Freud pensaba que traía la peste, el resultado, un siglo después, es que el Estado y los poderes se encuentran dispuestos a construir y a pagar por armadas de psi que van a cuidar a los traumatizados, a los viejos, a los que padecen de una psi enferma... Ahora que los estados han entendido que el sufrimiento del sujeto actual necesitaba lo que llamo "armadas"  para decir "colectivos"  listas para ir a cuidar este sufrimiento. Ese es el primer punto que subrayo.

Pero con respecto a las psicoterapias hay muchas diferencias. No hay, en el sentido riguroso, desde mi punto de vista, una psicoterapia analítica. Sin embargo, hay psicoterapias que toman del psicoanálisis su posición de no dirigir al paciente. En este sentido distinguiría las psicoterapias que pretenden saber lo que necesita el paciente  como el cognitivismo  y muchas otras psicoterapias autoritarias de sugestión, que intentan sencillamente restablecer un poco la conformidad, cicatrizan un poco la disconformidad de los heridos por el superyó capitalista.

Hay psicoterapias que utilizan sólo la palabra y lo que se llama la escucha, que parecen más cerca del psicoanálisis. Supongo que su pregunta apunta a ellas. Es verdad que las psicoterapias de las escuchas, que son múltiples, empiezan con Rogers  supongo que lo conocen . Consisten en escuchar, reformular y no se dirige al paciente, se le reformula, se le ayuda a formular mejor... Es decir, son psicoterapias sin interpretación, sin suponer tampoco el inconsciente, no necesitan la hipótesis del inconsciente. Es verdad que ahora hay una cierta confusión, además se ve en el vocabulario.

Conocí a una persona que me hablaba de su clínica analítica y había empezado antes de su análisis. Entonces, se crea una cierta confusión y creo que por eso necesitamos hacer el trabajo de hacer percibir la especificidad. No hay que criticar a las prácticas de escuchas, no es el asunto. Puede ser útil para ayudar a algunos pacientes, pero no tiene nada que ver con un análisis.

Les puedo contar una experiencia que tuve aquí en Buenos Aires. Recibí a una persona  soy un poco extremista respecto del análisis  que me venía a hablar de supervisión. En ese momento no me di cuenta, recién lo capté un año después cuando ella vino a pedirme un análisis. Me habló de la persona. Se trataba de alguien que contaba su vida, sus problemas con la familia, con la pareja  como cuando uno hace un testimonio de su vida , y la persona que me hablaba, la escuchaba. Y en un momento, cuando me contaba el caso, le dije que no estaba mal y que quizá se trataba de una persona que podría empezar un análisis. Ella pensaba que la persona estaba en análisis desde hacía seis años. Yo no percibí lo que había hecho pero para ella fue una conmoción, porque es como si le hubieran dicho: "Pero usted no hace análisis". No era mi intención, no pensaba que ella consideraba hacer un análisis y el resultado fue que ella después empezó un análisis y me contó el asunto.

Pregunta: Yo no soy psicóloga ni psicoanalista, soy trabajadora social. Lo que quisiera decirle es, a lo mejor, desde el punto de vista de los que no somos psiquiatras ni psicólogos. Nosotros al psicoanálisis lo vemos como algo totalmente elitista, que cuesta mucho dinero, al que no todo el mundo puede acceder y del que el Estado directamente no se ocupa porque evidentemente las sesiones suelen ser muy caras. ¿Cómo se puede solucionar esto? Porque puede ser que los psicoanalistas estén en vías de extinción, pero también –como usted decía  hay una realidad que hace que muy pocos de los que quisiéramos tal vez hacer un análisis, podamos llegar a hacerlo.

Es un tema que se encuentra también en Francia: el psicoanálisis elitista, caro, largo... Pero en esto hay algo de verdad y algo falso. Hablé del análisis, pero en su realización completa de producción de un analista. Pero debemos observar, aquí también y en Europa, que hay muchos analistas que trabajan en instituciones. No hacen análisis en instituciones, pero la manera de responder a un síntoma no es siempre la misma cuando proviene de un analista. Se puede responder sin hacer un análisis completo, de una manera analítica, con un paciente en una institución cualquiera.

Tenemos una colega que vive en los Estados Unidos, en Filadelfia, que trabaja en un centro donde hay gente que se encuentra en la máxima pobreza, lo que llaman "el gueto portorriqueño". Ha escrito un libro, motivo por el cual la hemos invitado a disertar en nuestro Foro Escuela en París. En su libro cuenta muchas cosas de orden político, pero cuenta también algunos casos de personas sin ninguna cultura de intelectualidad. Ningún dinero llega a la institución. Después de una crisis cualquiera y respondiendo como el analista hace entrar a esta persona hasta producir en ella un entusiasmo que quizá no encontremos en las clases que llamamos ya informadas  puede contar cómo lo ha logrado en uno, dos o tres casos .

Ahora, por ejemplo en Francia, la gente llega muy informada de todo, de las diferentes corrientes, del precio, de la duración de las sesiones y a veces preguntan si las sesiones son freudianas o lacanianas. Llegan con una posición de evaluación, de un ambiente privado, no por el dinero, sino privado por el acceso a la cultura. El hecho de escucharlas y contestarles de una manera interpretativa, produce un efecto casi de principio de siglo, como Freud podía obtener a principios de siglo. Y aquí verificamos que socialmente hay algo verdadero en lo que usted dice, pero fundamentalmente el psicoanálisis no se dirige a la elite cultural que tiene dinero, puede funcionar muy bien con todos los sujetos porque todos son sujetos del lenguaje. Sólo se necesita un analista que acepte ir a trabajar donde se encuentran estos tipos de casos y, por supuesto, no se hace fortuna.

Pregunta: Usted hablaba al comienzo del síntoma como goce disidente, al final del análisis de la separación del superyó y de la cuestión terapéutica en términos banales. Yo quería preguntarle qué piensa sobre la cuestión del síntoma como goce disidente al final del análisis.

El goce singular es siempre disidente. Lacan habla de la disidencia de la pulsión. Pero "disidencia" aquí no quiere decir "goce que entra en lucha", sencillamente quiere decir que no es el goce común. Quizá la palabra "disidente" tenga una connotación política demasiado fuerte, tal vez no es una buena palabra, pero se puede decir disidente.

Lacan lo llama de otra manera, dice que siempre hay un hiato entre el goce producido por un discurso  es decir, el goce de las formas aceptadas prescriptas  y la verdad del goce, que en cada uno hay un hiato entre los dos.Y el goce que produce síntoma es la verdad del goce singular, porque el otro produce conformidad. Por supuesto, podemos decir que la conformidad es un síntoma, pero eso sería entrar en la elaboración más interna del psicoanálisis. Lo importante es ver que hay un hiato, un sujeto que se satisface completamente y sólo en los modos conformes.

¿Y cómo se ordena este goce, esta verdad de goce que no entra en las formas? Hay síntomas, pero quizá no sólo los síntomas que hacen sufrir. Hay satisfacciones secretas asumidas, hay un campo en donde los sujetos buscan cierta satisfacción que no es sintomática en la medida en que no provoca sufrimiento, no trae al psicoanálisis, pero permite agotar algo de su peculiaridad.

Pregunta: Quería hacer una pregunta con respecto al acto analítico como anticapitalista. Yo pienso que Lacan construye el discurso analítico como reverso de un discurso, el del amo, y plantea el discurso capitalista así como di­sidente con el discurso del amo, cuando está en juego toda esta cuestión de las escrituras de Lacan o el intento de escribir el discurso capitalista.

Pero pensaba en su escepticismo, de alguna manera, respecto a la super­vivencia de los analistas en el capitalismo y me pregunto si eso está en re­lación con esta cuestión de la ineficacia del acto analítico respecto del dis­curso capitalista en tanto variable, disidente del discurso del amo.

Mi insistencia sobre la cuestión del mantenimiento del psicoanalista tiene algo polémico, para contrabalancear los discursos sobre el analizante imposible del discurso capitalista, entonces entra en un diálogo interno que es para matizar un poco.

Lacan no retrocedió al hablar a propósito del analista, de la salida del discurso capitalista: lo hizo en su texto Televisión. Incluso, un año o dos más tarde en la Carta a los italianos  no sé si la conocen  decía que la humanidad quiere la felicidad y no quiere saber nada. Y además, decía que en este sentido el analista no pertenecía a la humanidad  lo que no quiere decir que es un inhumano, sólo que la finalidad de su discurso es en contra del no saber y de la no felicidad . Entonces, Lacan no pensaba que el acto analítico fracasaba, sino que el acto analítico, cuando tiene éxito, es sólo para uno. Por eso hablaba del hecho de que los analistas podrían ser comparados a los santos de los siglos pasados, y era para concluir que para que hubiera un progreso sería necesaria la existencia de muchos.

Entonces, la limitación del discurso analítico  porque es un discurso limitado, que no puede todo  no es que no puede hacer nada contra el discurso capitalista, pero cuando logra algo con la intensidad de separación, es justo por un sujeto analizado. Por eso Lacan decía "necesitamos de muchos", si es sólo para uno no será un progreso, si es sólo para diez, tampoco.

No sé si podremos lograr muchos, pero trabajamos para lograrlo.

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(*) Conferencia dictada en la Cámara de diputados de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, el 19 de Julio de 2004. Texto establecido por Cristina Toro.

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Texto extraído de “¿Qué se espera del psicoanálisis y del pscoanalista?” (Conferencias y Seminarios en Argentina), Colette Soler, págs. 205-220, Editorial Letra Viva, Buenos Aires, Argentina, 2007.
Selección y destacados: S.R.

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