Mapa del sitio Quienes somos Comuníquese con nosotros Newsletter

Tema Transdisciplina    Ver todas las notas de esta sección

 

Metodología de lectura transdisciplinaria

Romina Campopiano - Sergio Rocchietti

 

Una metodología transdisciplinaria es aquella que se define por sus acontecimientos y no por sus principios. Una lectura transdisciplinaria es la que provoca tránsitos y pasajes. Movimientos múltiples e inesperados que dan cuenta de un "haber atravesado" en uno mismo, en la lectura, en lo que se lee y en lo que se relee. Metodologías varias con ejercicios para el uso de los ojos y la mente cuando  se vivencia la lectura.
¿Por qué leer? ¿Por qué seguir leyendo? Podemos citar una frase de Nicolás Avellaneda, para ejemplificar lo  que sucede cuando leemos: 

(... ) La lectura es poderosa para curar los dolores del alma (...) fortalece las esperanzas que ya se disipaban; sostiene y dirige las vocaciones nacientes que buscan su camino a través de las sombras del espíritu o de las dificultades de la vida íntima. Es el confidente de las emociones inefables, de aquellas que el hombre ha acariciado en la soledad del pensamiento y más cerca de su corazón, así, la lectura del libro que nos ayudó  a pensar, a querer, a soñar en los días felices, es el conjunto de sus bellas visiones desvanecidas por siempre en el pasado(...)

La lectura nos da la posibilidad de  comunicarnos y relacionarnos con personas de otros tiempos; es a través de ella que las recreamos, las sentimos, dialogamos. Nos permite recuperar ideas olvidadas constitutivas de nuestro presente - nuestro"hoy"-, dándole vida a través de los planteamientos que de ella se desprenden o cuestionándola. La lectura nos convoca a  "pensar" el pasado para construir  o  imaginar posibles futuros. Nos brinda respuestas o nuevas  preguntas acerca nuestro acontecer en el mundo  en tanto "somos" en el mundo: de lo que nos motiva, lo que nos angustia, el dolor, el amor, poder y la fascinación. Es en esos hilos, con esas tramas y esas urdimbres, de tiempos, de palabras, de frases, de intenciones, de olvidos, de trazo sobre trazo, de huella y borrón, de superficie horadada y lastimada como se yerguen nuestros destinos, nuestros encuentros y nuestros pasos en ciertos caminos y no en otros. Nada más precipitado que anticiparlos. Ni los caminos, ni los destinos, ni los encuentros. Nada está escrito y algo está dicho que ha hecho surco sobre la carne, la de cada quien, para que algo esté determinado en el porvenir. Algo está escrito y queda mucho por escribir. 

El hombre siempre necesitó de un relato (logos) que registrara su historia. Se buscó a sí mismo, guió su vida, se definió con ella. El oráculo de Delfos, dedicado a Apolo pitio,  tenía inscripto en su frontispicio: Gnothi se autón, Conócete a ti mismo. Fue el tiempo en que se alcanzó la razón (logos). De allí provenimos (Grecia, Roma, Palestina y el cristianismo son modos de pensar y de hacer, de sentir y de relacionarse, de plantear y de olvidar, de responder y de preguntar). Sin la escritura y sin la lectura esto no hubiera sido posible.
Un tiempo antes, el hombre siempre necesitó de un relato (mythos) que explicara su origen, que diera sentido a su estar en el mundo, a su permanecer en él, a su partir de él. Historias fundantes de  nuestro origen que son tomadas  como punto de comienzo de nuestro "dolor" de ser mortales. Dice el silogismo que "todos los hombres son mortales"  "que Sócrates es hombre" por lo tanto que "Sócrates es mortal",pero en definitiva el único que lo es él, Sócrates. La conclusión de la premisa mayor llega a que el único que muere es él, no en la Lógica, sino en los que enuncian el silogismo. "Todos los hombres son mortales pero el que muere siempre es Sócrates". Este tipo de constructo literario-filosófico-político conforma una visión sobre la realidad (del logo, no hay otra) que permite dar sentido a las acciones y representaciones de los hombres, es una suerte de saber que favorece y apremia el desenvolvimiento de los mismos en el mundo.

Este "logos" (*) fundante sobre la concepción de la realidad se encarna en la subjetividad de los hombres y no desaparece con los diferentes procesos que sufre el hombre. Trasciende los cercos temporales, se resignifica, y perdura internalizado en las conciencias individuales. Somos los que nos han antecedido, si podemos leerlo, si podemos sentirlo, si queremos hacerlo. Y no somos aquellos, somos otros, postmodernos.
Somos un dolor de ser en tanto humanos, que no ha podido aún reencontrar, si no es en lo singular, lo que se ha sido. Los fragmentos se dispersan y se seguirán, inevitablemente, dispersando. Alguna vez diremos de las reuniones. Esas reuniones (religare, de lo disperso) que alientan a continuar. Una de esas reuniones es la religión, todos los tipos de trascendencia habituales a las cuales recurrimos, incluímos en ella los recursos a la imagen, cosas tan simples como el mirarnos a un espejo, pero ya hay allí un modo del reunirse, la bienamada unidad. No la rechazamos, postulamos su inevitable provisoriedad. Pero dejemos y volvamos a la lectura.

No debemos olvidar que se trata de una propuesta de lectura y recordarnos estas palabras es indicativo de que el ejercicio del pensamiento no es sin la lectura, por lo menos en los momentos iniciales, y que la lectura es la manera de recibir lo que ha sido, tan simplemente como éso, lo que ha sido, desde tantas regiones y tiempos, lo que ha sido desde tantos saberes y desde tantos lugares, y pueden llegar a mí esos ecos y esos vestigios con algo tan simple como la lectura. Llega a mí lo que ha sido porque puedo leer. La historia es la consideración del tiempo que se presenta ante mí, ante mis ojos y ante mi sentir, por la práctica de una lectura.

Nuestra metodología va a carecer de método. Una metodología que carece de método puede parecer que no es una metodología. Pero no. Es un simple parecer. Ya que cada uno debe re-crear su propia metodología, su propia forma de abordar la lectura, desde la fascinación, el rechazo, la re-conciliación, o la búsqueda "de" y "en" ella. Dejarnos envolver por la lectura, no pretender encontrarle un fin último, sino ampliar los sentidos que de ella se desprenden, modificar los relatos establecidos y dejar que nuevas interpretaciones nos encuentren, o encontrarlas.
¿Podremos alguna vez acostumbrarnos a no apresurarnos?, ¿Podremos posponer las llegadas súbitas? Así leeremos en la indefinición sin sobresaltos, en las incertezas sin temores.
Una metodología sin método es posible de ser sostenida. Pues una metodología puede carecer de un método explícito pero la nuestra no va a carecer de sucesos, lo cual nos lleva a que los sucesos no dependen de los métodos, y sí, que dependen de nosotros. Si nos detenemos aquí alteraríamos nuestras simples puntualizaciones, pues nos desviaríamos del ejercicio de la lectura y comenzaríamos a pensar y observar al lector para saber cuando podemos decir que hay alguien leyendo.
El suceso de la lectura no es el leer sino el acontecimiento inesperado de su acción.

Preferimos acentuar el aspecto de la acción con y en  la  lectura. Lectura y acción son la dialéctica de nuestros acontecimientos cotidianos, operamos y conducimos nuestra realidad a través de los relatos establecidos, percibimos nuestros horizontes de sentido a través de los mismos;  rompemos con ellos y creamos otros nuevos (para ello se hace necesario, poder separarse de los mismos y crear otros).
La lectura que se hace con los enunciados (lekton) y nos convoca a través de los enunciados (dia-lekton)  nos lleva a actuar.

Así nuestra afirmación fuerte es que: en cualquier época y lugar la lectura es el verdadero  operador transdisciplinario.

Estas consideraciones vienen al lugar de un breve recorrido de lo que se puede conseguir leyendo; no entramos en cuestiones graves o profundas, sólo queremos retomar ciertos momentos que se pueden conseguir mientras uno, alguien, cualquiera, se dispone a leer y las cosas, sucesos, hechos, acontecimientos, que pueden producirse entre el lector y el texto. Un lector y el texto. Un texto, y subrayarlo.
Por supuesto hay lectura desde que hay escritura, pero antes aún, hubo signos. La escritura inaugura la lectura de los signos culturales y aún, hoy, esto es así porque para nosotros la escritura trae la posibilidad de la consideración de los tiempos. La escritura es memoria mientras que la lectura es el presente de esa memoria. La escritura es el pasado en lo trazado y la lectura lanza al porvenir de lo que será escrito.

En la lectura nos refugiamos, nos preguntamos, damos respuesta, pensamos. Leer es, también, un modo de reunir, la palabra 'logos' lleva también en sus múltiples etimologías, la acción de la reunión, y si le agregamos las pertenecientes a 'símbolo' tendremos las del arrojar. Leer, reunir, arrojar, dispersar y volver a reunir ¿no es eso de lo que se trata 'el pensar'? 
La lectura es un espacio, un silencio. Pero no un silencio vacío, sino que le da forma, le da contenido a ese vacío, dolor de ser, hemos dicho, inevitable consecuencia de estar vivos y poder interrogarnos sobre ese estar y sobre ese ser (existencia).
Leer es movimiento, ya que conjuga el pensamiento y la pasión. Nuestros sentidos toman parte en la escena de la lectura, se comprometen con  lo que leen, lo hacen propio, se sienten, vivencian las experiencias que de ella se desprenden, por ende nos convoca a explorar.
La lectura nos permite tramitar nuestra angustia. Nos explica. Da fundamento de letra (forma) e idea a la vida (pura fuerza).
La lectura debe ser compartida con otros, de nada sirve atesorar un encuentro con ella si de ella no se desprende un pensamiento que convoque a los demás. Quizás de allí surja alguna reflexión, y aún, acciones.
La lectura nos estimula a  percibir las diferentes interpretaciones, tantas como diferentes personas se acerquen a élla. No una interpretación, sino miles que puestas en cuestión ayuden al debate crítico de nuestra realidad.

Por ello:
Leer es entrar a otro mundo. Un mundo de letras. Uno aprendió y llegó, entró y se asustó y se maravilló. Leyó. Se escuchó. Y gozó de seguir entrando a otros mundos, que como decía el poeta "están en éste" (P. Eluard).
Armó mundos y desarmó. Vivió otras vidas, fue tantos otros. Se comunicó con otros tiempos y con otras imágenes, lejanas. Leyó y estudió. Le recomendaron, le obligaron. Y se olvidó.  Dejó, arrojó y no pudo regresar, pero no importa, siempre hay tiempo de volver a esos lugares.
De allí que proponemos junto con N. Avellaneda que:

(...) Leer es mantener siempre vivas y despiertas las nobles facultades del espíritu, dándole por alimento nuevas emociones, nuevas ideas y nuevos conocimientos. Leer es multiplicar y enriquecer la vida interior. Leer es sobre todo asociarse a la existencia de sus semejantes, hacer acto de unión y fraternidad con los hombres (...).

Ideales del siglo XIX aparte, la lectura puede llevarnos a otros lugares, quizás al grito de Artaud en un escenario parisino de los años treinta, o a la primera vez que escribimos nuestro nombre. 

De allí que proponemos (ejercicio ad libitum):

Lea y sea caótico. No crea que hay que comenzar por el inicio y proseguir hasta el final en esa sucesión seriada. Es aconsejable pero no indispensable.
Lea y no sea caótico. Lea de principio a fin lo que le interesa.
Lea y sea caótico. Saltee lo que no le interesa. Siempre hay tiempo de volver a esos lugares.
Lea y no razone. No siempre hay que entender lo que se está leyendo.
Lea y razone. Paso a paso, vuelva a leer y si no se llega a comprender siga. Ya llegará la comprensión.
No razone. Lea. Déjese llevar por las letras, las palabras, las frases.
Lea y piense. Lea y medite.
Lea y deténgase. Allí donde algo se hace sentir, siéntalo.

Haga saltos. Aleje el libro de sus ojos. Algo se convocó en su alma. Evóquelo y luego vuelva al libro.

Lea, lea y lea. Ojos y texto. Sonido y voz interiorizada. Grito con cuerpo. La voz se hace voces que dicen y obligan a seguir a extenuarse entre las frases. Aparece el vértigo.

Silencio. No hay lectura. No hay cuerpo. Hay silencio esparciéndose. Silencio. Es tiempo de dejar de leer.

Se reanuda. Se vuelve. Se lee. Los retornos son fáciles cuando hemos aprendido a dejar sin temer y a volver sin temor. Se vuelve a leer.

Lea y habrá música en su interior. La forma de los sonidos del lenguaje hace ritmos y cadencias, saboree las palabras.
Los textos tienen gustos y texturas, colores y vibraciones. Se hacen sentir.
Leer es caminar en la orografía de esos paisajes que se forman en mí por la lectura.
Lea y camine. Lea y corra. Lea y suba. Lea y caiga. Lea y sienta.
Lea y olvide.
Lea y olvide quien es.
Lea y sueñe.
Lea y recuerde sus sueños.
Lea, razone, piense y sienta.

Recuerde quien es siendo texto y letra mientras lee.
Recuerde quien no es.

Olvide y lea. No sabe nada y lee. Lea con ojos de niño que apenas silabea. Sienta las palabras como nuevas. Cree palabras. Cree frases. Sustituya algunas del texto leído.
Lea y considere que las palabras son las que hacen a los lugares de la existencia.
Lea y recuerde que la palabra proferida es lo que llega de usted al otro.
Lea y no razone. No siempre hay que entender lo que se está leyendo.
Lea y razone. Paso a paso, vuelva a leer y si no se llega a comprender siga. Ya llegará la comprensión o habrá mejores preguntas.
No razone. Lea. Déjese llevar por las letras, las palabras, las frases.
Lea y piense. Lea y medite.
Lea y deténgase. Allí donde algo se hace sentir, siéntalo.
Haga saltos. Aleje el libro de sus ojos. Algo se convocó en su alma. Evóquelo y luego vuelva al libro.

Lea, lea y lea. Ojos y texto. Sonido y voz interiorizada. Grito con cuerpo. La voz se hace voces que dicen y obligan a seguir a extenuarse entre las frases. Aparece el vértigo.
Silencio. No hay lectura. No hay cuerpo. Hay silencio esparciéndose. Silencio. Es tiempo de dejar de leer.
Se reanuda. Se vuelve. Se lee. Los retornos son fáciles cuando hemos aprendido a dejar sin temer y a volver sin temor. Se vuelve a leer.

Lea y habrá música en su interior. La forma de los sonidos del lenguaje hace ritmos y cadencias, saboree las palabras.
Los textos tienen gustos y texturas, colores y vibraciones. Se hacen sentir.
Leer es caminar en la orografía de esos paisajes que se forman en mí por la lectura.
Lea y camine. Lea y corra. Lea y suba. Lea y caiga. Lea y sienta.
Lea y olvide.
Lea y olvide quien es.
Lea y sueñe.
Lea y recuerde sus sueños.
Lea, razone, piense y sienta.

Recuerde quien es siendo texto y letra mientras lee.
Recuerde quien no es.
Olvide y lea. No sabe nada y lee. Lea con ojos de niño que apenas silabea. Sienta las palabras como nuevas. Cree palabras. Cree frases. Sustituya algunas del texto leído.

Lea y considere que las palabras son las que hacen a los lugares de la existencia.
Lea y recuerde que la palabra proferida es lo que llega de usted al otro.

(*) Una consideración sobre el Eros se hará indispensable para devolver a la lectura y la escritura la perspectiva adecuada de ese encuentro Logos-Eros, que aquí no desarrollamos. Una tentativa que destacamos, la de R. Barthes en "El placer del texto", donde formula la pregunta: ¿qué gozamos del texto? (ed. Siglo XXI). Otra, la de J. C. Milner en "El amor por la lengua" (ed. Nueva Imagen), donde despliega la teoría de 'lalengua', término que en J. Lacan designa la reunión del goce y el lenguaje, simplemente, alguien habla y constituye signos con su cuerpo en el lenguaje, resultando 'lalengua' "una multiplicidad de arborescencias sobreabundantes donde el sujeto fija su deseo". La reunión de Logos-Eros es una apertura de dimensiones que hace que los significados y los sentidos creen campos y formas de intensidad y atraviesen los cuerpos.


Artículos relacionados:

"Transestética", Jean Baudrillard. >>>
"Transexual", Jean Baudrillard. >>>
"Transeconómico", Jean Baudrillard. >>>
"Insistencia", L. Prato/S. Rochietti >>>
"Un intento por llegar a la Transdisciplina", S. Rocchietti. >>>

El "trans" de transdisciplina - S.R. >>>
¿Transdisciplina? - S.R. >>>

 


Revista Con-versiones, Julio 2003

 

 

        

 

copyright 2005 Todos los derechos reservados.