Presentación al Malestar en la cultura de S.Freud
Sergio Rocchietti
¿Cuál es la verdadera incidencia de este texto en la obra freudiana? La que querramos acordarle. Respondemos ante nuestra propia pregunta.
Podríamos empezar por cuestionar si hay 'verdaderas incidencias' o meramente 'incidencias' que nos provocan incidentes cuando nos atropella un texto en los puntos sensibles de nuestra superficie de pensamiento. Y sí, sentimos que hay una superficie de pensamiento que es espacialmente la que recorremos cada vez que intentamos pensar algo específico. Pero no se vaya a imaginar una semejante lisura desértica que está esperando a ser transitada con suavidad. No. Nada de éso. Una superficie de pensamiento es una cartografía no realizada que no brinda ninguna seguridad hasta que no nos refugiamos en los habituales espacios de confort (si es un desierto será el oasis) pero no, no es así. Ni la superficie, ni el desierto ni el confort. Menos el pensamiento que es otro espejismo (que habita mucho más allá de los desiertos). Un pensamiento que no es espejismo, que no nos refleja en nuestras esperas es un pensamiento que agrieta. Es lectura no espejismo. Y al pensamiento que agrieta lo hemos llamado: lectura.
Si hay lectura de un texto hay pensamiento que agrieta. Que nos agrieta. Eso no es fácil. Leer es recorrer y tropezar y volver a partir. Por eso camino, por eso superficie. Superficie plegada. Superficie desplegada. Superficie horadada que da lugar a otras superficies y otras dimensiones y otros caminos. Interminable. Si no es por nuestro cansancio. Descansemos.
El treinta y uno de mayo de hace más de cien años Sigmund Freud le escribe a Wilheim Fliess casi en estilo criptográfico (mensaje cifrado) lo siguiente:
Manuscrito N (31-V-1897):
Definición de «sagrado»
«Sagrado» {«heilig»} es lo que estriba en que los seres humanos, en aras de la comunidad más vasta, han sacrificado un fragmento de su libertad sexual y su libertad para incurrir en perversión. El horror al incesto (impío) estriba en que, a consecuencia de la comunidad sexual (también en la infancia), los miembros de la familia adquieren cohesión duradera y se vuelven incapaces de incorporar extraños al grupo. Por eso es antisocial -la cultura consiste en esta renuncia progresiva-. Al contrario, el «superhombre».
Este es un mensaje hacia el futuro. Es un mensaje que Freud se daba sin saber que lo hacía para su propio futuro. Ahora es fácil, ya sabemos lo que pasó en ese futuro (los títulos y contenidos de esas obras que "piensan" lo social) pero no podemos dejar de plantear -porque no comentaremos el fragmento- las tensiones que se establecen aquí y que seguirán teniendo vigencia (aunque no mucha) en lo "a ser pensado" por lo social y 'en' lo social. En lo 'a ser pensado' por las disciplinas que intentan dar cuenta de 'lo' social, y de darse cuenta de lo que sucede 'en' lo social. Freud sigue siendo ineludible pero nada más que para ser citado, pues la innumerables visitas que se hacen a sus textos dichos 'antropo-sociales' no dan más impulso que para seguir en el confort de los oasis. Hay una extraña ceguera y una extraña sordera para poder producir algo desde allí. Algo eficaz. Y hay también honrosas excepciones (que las hay las hay, se trata de buscarlas y encontrarlas). Algo eficaz es poder modificar las prácticas. Algo eficaz no es asistir incómodos y lentos al crecimiento del relato de los malestares (sean cuales fueren) para no poder responder nada más que con el mutismo del nihilismo (nada se puede hacer) o con el mutismo de la impostura (psicoanalítica o sapiencial las más de las veces). Se trata de lecturas eficaces y modificación de las prácticas, más algo que no tiene todavía un nombre adecuado. Adecuado al presente y a lo porvenir. Hay indicaciones en las palabras: ética, y otras; pero no son más que aproximaciones. Quizás tengamos que enunciar (es una formulación revocable) que quizás no hay más que aproximaciones a esa palabra que no llega. Y que nuestro hacer se hace y se hará en esas cercanías.
Volvamos a las tensiones del fragmento aludido: se trata del individuo, de la familia, del grupo, y el incesto como el lugar de inicio de una "renuncia progresiva" que es la base desde la cual comienza a consistir "la cultura". Una renuncia al incesto, a la "libertad sexual" y en definitiva a la "libertad para incurrir en perversión". La capacidad para 'estar en grupo' se somete a la capacidad para renunciar al incesto y a las 'perversiones'. Estas tensiones se desplegarán en los siguientes trabajos: "Tres ensayos para una teoría sexual", "Totem y tabú" o en referencia a 'lo sagrado' citado, en "El porvenir de una ilusión". A éllas remitimos.
Y no queremos dejar pasar la ocasión de mencionar a ese casi enigmático "superhombre" al que alude Freud, y la ocasión es que remite al Nietzsche de "Así hablaba Zaratustra". Sólo el superhombre (übermensch) soportaría la desligadura total de sus vínculos con los demás hombres. Para algo ha podido llegar a ser 'superhombre' (este tema no es otro -si podemos verlo así- que el de la sociedad de los amos -ver Hegel, La Fenomenología del Espíritu).
Por ello (desde el condensado fragmento enviado critográficamente por Freud, por todo lo que se desplegará después en sus textos) el esquema inicial de "El malestar en la cultura" es simple: la represión de la sexualidad tiene como destino el edificar el espacio (cultura, agricultura) donde viven los humanos. Léase represión como sofocación y nueva destinación hacia otros lugares del componente impulsor que es la sexualidad (en uno de sus aspectos, que no es el único). Nueva destinación que hace que ya no pueda advertirse desde donde llega esta fuerza, porque se la destina a algo tan alejado que se distorsiona completamente su origen. Pero la cosa no es tan simple ya que las fuerzas sexuales son fragmentarias y diversas y obtienen sus figuras de unidad desde otros lugares que no son tan evidentes. Luego lo que se emplea en un lugar tiene como consecuencia los retornos en otros. Y uno de esos regresos son los síntomas. A otro de esos retornos lo podemos llamar malestar. Y aquí viene en nuestra ayuda nuestra lengua que con sólo una separación guionada nos da la posibilidad de presentar: el mal estar. (No pretendemos con este suscinto esquema brindar nada más que una posibilidad de intelección de la dificultad del concepto de sexualidad en el plano económico).
El malestar en la cultura: no se trata de otro, se trata del nuestro. Nuestro mal estar en el espacio de lo social, de lo vincular, de lo familiar, de lo laboral o del que fuera. Y ¿qué del bienestar? Del bien estar. No nos es ajeno sino escaso.
Una mera lectura de este texto podría darnos la impresión como se la dio al mismo Freud que "Escribriendo este libro, logré redescubrir las verdades más banales". No opinamos lo mismo. Volvemos a reiterar que: si hay lectura hay pensamiento que agrieta. Y si el malestar no es un concepto porque es una noción descriptiva de un estado, no por eso debemos dejarlo allí sin agregarle el término deseo a su lado, y junto a él, el de superyó. O sea que la lectura de la obra de Freud nos hará hacer del malestar una cuestión compleja -si lo aceptamos así- que nos hará reconsiderar nuestra praxis psicoanalítica o simplemente nuestro existir.
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ANEXO I:
Carta de S. Freud a Lou Andreas-Salomé (julio 28 de 1929):
"Querida Lou:
Con su habitual agudeza, ya se habrá dado cuenta de por qué he tardado tanto en contestarle. Ana ya le ha dicho que yo estoy escribiendo algo, y hoy he escrito la última frase con la que -hasta donde es posible aquí, donde no tengo biblioteca- terminará el trabajo. Sus temas son la civilización, el sentimiento de culpa, la felicidad y otras cuestiones elevadas y me da la impresión - y así ha de ser- de que es un trabajo enteramente superfluo, a diferencia de otros anteriores en los que había siempre un impulso creador. Pero, ¿qué otra cosa iba a hacer? No puedo pasarme el día fumando y jugando a las cartas, ya no puedo caminar lejos, y la mayor parte de lo que se puede leer ya no me interesa. De manera que me puse a escribir, y de este modo el tiempo, pasa bastante agradablemente. Escribriendo este libro, logré redescubrir las verdades más banales".
ANEXO II:
Seminario VII: "La ética del psicoanálisis", J. Lacan, Clase 1 (18-XI-1959):
Nos encontramos en suma, alrededor de la cuestión de lo que el análisis permite formular en cuanto al origen de la moral. Podremos medir si su aporte se reduce a la elaboración de una mitología más creíble, más laica, que aquélla que se ubica como revelada, de una mitología reconstruida, de esta mitología de Tótem y Tabú, que forma parte de la experiencia de la muerte original del padre, de todo lo que la engendra y lo que se encadena a ella.
Esta transformación de la energía del deseo que permite concebir la génesis de su represión por el hecho de que el deseo no es únicamente, o que la falta no es únicamente, en esta ocasión algo que se impone a nosotros, en su carácter formal, sino que es también ese algo, en suma, del cual tenemos que estar satisfechos, por más que esté ligado (este carácter de culpa loca) al engendramiento de una complejidad superior gracias a la cual toda la dimensión de la civilización como tal, puede haber sido elaborada.
En suma todo se limita a esta génesis del superyó con respecto a la.cual el bosquejo se elabora, se perfeccióna, se profundiza y deviene más completo a medida que avanza la obra de Freud. Esta génesis del superyó de la cual veremos que no es únicamente una psicogénesis y una sociogénesis, y que en verdad es imposible de articular ateniéndonos simplemente al registro mismo de las necesidades colectivas, que algo se impone allí, cuyo instante de pura y simple necesidad social debemos distinguir y que es propiamente hablando, este algo cuya dimensión trato de permitirles individualizar aquí bajo el registro de la relación al significante, de la ley del discurso, de algo cayo término debemos conservar en su autonomía, si queremos poder situar de una forma rigurosa, correcta, nuestra experiencia.
Aquí sin duda, hay algo en esta distinción de la cultura y la sociedad, que puede pasar por nueva, hasta divergente en relación a lo que se presenta en un cierto tipo de enseñanza de la experiencia analítica. Digamos que esta distinción, esta dimensión con respecto a la cual yo estoy lejos de ser el único en colocar en su favor la instancia, en ponerle el acento necesario, es algo cuya ubicación y dimensión como tal, espero hacerles palpar en Freud mismo.
Y para poner en primer plano de vuestra atención la obra donde nosotros tomamos el problema, yo designaría: "Malestar de la civilización", obra escrita por Freud en 1929, después de la elaboración de su segunda tópica, luego que hubo llevado a primer plano la noción tan problemática, sin embargo, del análisis del instinto de muerte.
Verán allí formulado en fórmulas capturantes, algo que él expresa diciéndonos que en suma, lo que pasa en el progreso de la civilización es algo (la fórmula es muy observable, yo les haré medir su peso y su incidencia en el texto)... Nos dice, que en relación al hombre, al hombre del que se trata en esta ocasión, en un momento de la civilización, donde Freud mismo y su reflexión se sitúan, se trata de medir el malestar; que eso pasa muy por encima de él. Volveremos sobre el alcance de esta fórmula.
La creo suficientemente esclarecedora, por lo que intento mostrarles la originalidad de la reversión, de la conversión freudiana en el dominio de la relación del hombre al logos. La creo bastante significativa como para haberla indicado desde ahora y para decir todo, les ruego tomar conocimiento, hacer una relectura de ese "Malestar de la Civilización" que no es seguramente, en la obra de Freud, algo así como notas, lo que se le permitiría a un práctico o a un sabio hasta de una cualidad casi eminente, como la de Freud, eso que se le permitiría, no sin alguna indulgencia, como un excursus en un dominio de reflexión filosófica, sin dar quizás todo el peso técnico que se daría a una tal reflexión, en el caso de alguien que perteneciera a la clase de filosofía.
Les ruego considerar que debe ser absolutamente separado este punto de vista demasiado expandido en el análisis. El "Malestar de la Civilización" es una obra absolutamente esencial, primera en la comprensión del pensamiento freudiano en la sumación de su experiencia. Debemos darle toda su importancia, todo su peso; esclarece, acentúa, disipa las ambigüedades sobre puntos enteramente distintos de la experiencia analítica y de lo que debe ser nuestra posición con respecto al hombre en tanto es al hombre, a una demanda humana de siempre con lo que nosotros tratamos cotidianamente en nuestra experiencia.
Como les he dicho, la experiencia moral no se limita a este abandonar una parte para no perder todo al modo en que se presenta en cada experiencia individual. No está ligada únicamente a este lento reconocimiento de la función que ha sido definida, autonominada por Freud, bajo el término de superyó y a la exploración de sus paradojas, a eso que he llamado esa figura obscena y feroz, bajo la cual la instancia moral se presenta, cuando vamos a buscarla en sus raíces.
La experiencia moral de que se trata en el análisis, es también aquélla que se resume en un imperativo original, que es justamente aquél propuesto por eso que podría llamarse en la ocasión, el acervo freudiano, ese Wo Es war, soll Ich werden donde Freud concluye la segunda parte de sus "Conferencias sobre el psicoanálisis" y que no es otra cosa que algo cuya raíz nos es dada en una experiencia que merece el término de experiencia moral, que se sitúa enteramente en el principio de la entrada misma del paciente en el psicoanálisis.
Pues ese yo (je) que debe advenir allí donde estaba ese algo que el análisis nos enseña a medir, ese yo (je) no es otra cosa que eso cuya raíz la tenemos ya en ese yo (je) que se interroga sobre lo que él quiere. No sólo se interroga. Cuando avanza en su experiencia plantea esta cuestión y se la plantea precisamente con respecto a los imperativos frecuentemente extraños, paradójicos, crueles, que le propone su experiencia mórbida.
Va o no va a someterse a ese deber, que siente en sí mismo, como extraño, más allá, en segundo grado. Debe o no debe someterse a ese imperativo del superyó paradojal y mórbido semi-inconsciente y que por lo demás se revela cada vez más en su instancia; a medida que progresa el descubrimiento analítico él ve que se comprometió en su vía.
Es algo que forma parte de los datos de nuestra experiencia. Su verdadero deber, si puedo expresarme así, ¿no es ir contra este imperativo?
Seminario VI: "El deseo y su interpretación", J. Lacan, Clase 23 (3-VI-1959):
La cuestión del deseo queda en primer plano, incluso, de las preocupaciones de los poderes. Quiero decir que es muy necesario que haya alguna manera social y colectiva de manejo con él. Esto no es más cómodo de un cierto lado de la cortina que del otro. Se trata, siempre, de moderar un cierto malestar. "El malestar en la cultura", como lo llamó Freud. No hay otro malestar en la cultura que el malestar del deseo.
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Con-versiones abril 2009
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