EL EDITORIAL DEL MALESTAR
Vanesa Guerra
Sacar este nuevo número fue todo un tema. Inevitablemente, el motivo que nos convocaba dejaba una impronta indeseable a la hora de escribir:
"¡¿Sobre eso van a trabajar...?! ¿Ustedes consideran que la gente quiere saber de qué se trata...? ¿Por qué no configuran algo más diet...?"
Frescos de Orvieto, Los Condenados
L. Signorelli
De todas maneras, nosotros creemos que ante el malestar de este tiempo debemos escuchar, hablar y escribir. Creemos que la cultura de la imagen nos habita y nos ensordece —no cabe duda de ello—. No obstante, también creemos en la cultura de la palabra, aquella que construye y que genera nuevos lugares con buenos aires para respirar y pensar.
¿Que dónde se encuentra esa cultura?
Detrás de la bruma, pequeñeces sensatas que estallan en diminutos acontecimientos.
La cultura de la imagen es masiva, pero la cultura de la palabra repele lo masivo e invita y convoca a la singularidad y a lo subjetivo.
La queja seriada es masiva: son ecos de bullicio; pero el malestar masivo supone historias y seres que vivieron esas historias: no es lo mismo.
Por eso, como publicación transdisciplinaria, convocamos distintas lenguas para que hablen sobre lo que pasa día a día, para que hagan una retórica de la imagen con sus palabras y nos permitan ir más allá del canto de las sirenas.
Nosotros no apostamos a la queja, ni tampoco a hacer de la realidad un show; sin embargo, transitar los secretos de alcoba cotidianos nos lleva a recorrer esos lugares comunes y nos plantea preguntas peculiares al respecto:
¿Qué forma ha adoptado el malestar en nuestros días?
¿Cómo se registra?
¿Dónde está anclada la queja repetitiva y seriada?
Por cierto, no está todo dicho, ni lo sueñen... Además, cuando son tantos los pensadores que mundialmente están de acuerdo en una lectura sobre lo social, verdaderamente hay que alarmarse. Pues ¿dónde están los rebeldes, los que plantean algo distinto? No se sabe. C. Castoriadis sentencia que "no hay lugar para un pensamiento original". Parece que el mundo está achatado saboreando su ombligo... ¡Ay, caramba! ¿Qué está pasando?
¿Y si atravesamos la bruma?
Intentemos decir algo, vale la pena la empresa. Al fin y al cabo, ya hemos dicho que la globalización es un globo que no se sabe quién lo infla.
Frescos de Orvieto, Los Condenados
L. Signorelli
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