Los textos hipocráticos
(acerca de la medicina, la "enfermedad sagrada" y la locura en Grecia)
Sergio Rocchietti
Un cuerpo no es un cuerpo simplemente. Un cuerpo también es lo que se dice del cuerpo, lo que se piensa de él, lo que se siente y lo que se dice que se siente. Uno percibe a partir de las palabras que hacen percepción, sensación y emoción (e idea). Cuerpo y palabra, otro cuerpo, el mundo y las palabras. No salimos de allí y aún el tiempo. El tiempo de lo que nos ha tocado en suerte. No es lo mismo un cuerpo moderno o postmoderno que un cuerpo griego de hace 2500 años. A éste lo hemos perdido porque nunca lo tuvimos. Lo que resta es un manojo de textos conocidos como el "Corpus hipocraticus" que es otro modo de tener un cuerpo bajo la modalidad de las letras. Conjunto de escritos atribuidos a un autor Hipócrates de Cos, médico, que hace una "medicina" muy especial para cuerpos especiales; cuerpos fuerza, cuerpos clima, cuerpos intensidades divinas y no tanto, un cuerpo que no se limita a los estrechos límites del azogue que hace a los espejos, un cuerpo que no se refleja sino que se equilibra y se desequilibra, un cuerpo que se mancha (miasma) o se limpia (katharsis), un cuerpo humoral, que se hace dinámica de fluídos y se enferma o se sana. Primera aparición de ese personaje, el médico, que intenta separarse de dioses y daimones para devenir un "curador" o sea, un cuidador de lo viviente en el hombre.
La medicina en Grecia tiene un lugar visible, una cumbre, los llamados textos hipocráticos. Toda cima necesita de una base y ellas son las medicinas babilónicas y en especial la egipcia, de la cual hay numerosas referencias a lo largo de los tratados del "corpus hipocraticus" y la fama de aquélla es recogida en la Odisea, IV, 218/332:
"Al manjar que adelante tenían las manos lanzaban
cuando Helena, nacida de Zeus, pensó en otra cosa
y en el vino que estaban bebiendo les puso una droga
gran remedio de hiel y dolores y alivio de males;
bebíalo cualquiera disuelto en colmada vasija
y quedara por todo aquel día curado de llantos
aunque en él le acaeciera perder a su padre y su madre
o cayera el hermano o el hijo querido delante
de sus ojos, herido de muerte por mano enemiga.
La nacida de Zeus guardaba estos sabios remedios:
Se los dio Polidamna, la esposa de Ton, el de Egipto,
El país donde el suelo fecundo produce más drogas
Cuyas mezclas sin fin son mortales las unas, las otras
saludables; mas todos los hombres allí son expertos
como nadie en curar, porque traen de Peán su linaje".
o en Heródoto, II, 83/84:
"Entre ellos, por otra parte la adivinación presenta las siguientes características: el arte adivinatorio no es competencia de ningún hombre, sino de ciertos dioses. En efecto, en Egipto hay oráculos de Heracles, de Apolo, de Atenea, de Artémis, de Ares, de Zeus y especialmente, el de Leto en la ciudad de Buto, que de todos ellos, es al que tienen en mayor estima. No obstante, sus procedimientos oraculares no están reglamentados, sino que son diversos.
Asimismo, tienen especializada la medicina con arreglo al siguiente criterio: cada médico lo es de una sóla enfermedad y no de varias: Así todo el país está lleno de médicos: unos son médicos de los ojos, otros de la cabeza, otros de los dientes, otros de las enfermedades abdominales y otros de las de localización incierta".
Egipto era para los griegos la tierra fecunda en raíces curativas, de allí provenían los "juntadores de raíces", los rizothomai, pero esta técnica que persiste hasta nuestros días no formaba un cuerpo de conocimientos como el que comienza en el siglo V antes de Cristo con el "Corpus". Un saber que intenta ser acumulativo y ajeno a lo divino. El Papiro Ebers distingue tres clases de médicos egipcios: el 'sinu', que poseía un conocimiento empírico; los sacerdotes de Sekhmet, que se atenían a una medicina de carácter religioso; y los magos, 'sau', que empleaban procedimientos de carácter esotérico (cf. G. Lefevbre, "Ensayo sobre la medicina egipcia en la época faraónica", París, 1956).
No podernos seguir el largo desarrollo que va desde las concepciones de la enfermedad, la curación, el médico, lo sagrado, la presencia de los dioses, tanto en la provocación de la enfermedad como en su curación, ni siquiera en los complejos contornos que adquiere relieve singulares en la medicina popular, o en la misma trama escritural que nos presentan los tratados hipocráticos. Queremos dejar constancia de un surgir, de un emerger diferencial, es con los fragmentos que citaremos y en especial con el trabajo "Sobre la enfermedad sagrada" que pensamos que hay un nuevo tratamiento de la enfermedad. No es que no haya habido precursores, Alcmeón de Crotona, Diógenes de Apolonia, etc. dan cuenta de lo contrario, lo que sucede con los tratados es que se yerguen frente a nosotros como el mejor testimonio de un esfuerzo y de una intención sostenida. La intención de curar. Un nombre: Hipócrates (460 aC.-375 aC.) es el que representa este ir hacia, ir hacia la curación, ir en contra de la enfermedad.
Es interesante destacar que en unas cartas apócrifas pero no por ello menos interesantes, hay un diálogo que se hace sostener a Hipócrates con Demócrito de Abdera sobre la locura y el uso del heléboro como curación de ella; asimismo se trata de evaluar el uso de la música como remedio de la locura, Demócrito es el que expone estas cuestiones a Hipócrates.
Nuestras consideraciones sobre la locura no apuntan a una terapéutica, por eso nuestra inclusión de estos textos es a titulo informativo; el modo de curación de una enfermedad implica necesariamente que en la terapéutica están consideradas las causas de la misma enfermedad, para poder contrarrestarlas; desde la terapia hacia la enfermedad se hace el camino inverso y es allí donde podemos ver indicadas las causas. Si la finalidad es anular la enfermedad, la finalidad no es estar frente a, no es presenciar, no es hacerse presente ante (aquél que dice 'fuera de' lo que todos comparten) eso es también no dejar decir a la locura, es no querer (y no poder) oír nada de lo que allí se presenta, en definitiva es suponer que el loco es un enfermo, un enfermo del cuerpo, no de la vida; agreguemos pues no es obvio, que la vida es vida humana, lo cual, nos abre hacia la consideración de la dimensión de los símbolos. Los griegos lo tenían muy claro, ser griego era hablar griego, haber nacido en una polis griega y ser hombre libre. El lenguaje aquí hace su aporte esencial, los símbolos lo son por alojarse en el lenguaje, cada palabra lo es (símbolo en el lenguaje, símbolo del lenguaje), pero hace falta que allí también se aloje alguien: el hombre.
El que no hablaba griego era bárbaro, extranjero, casi no hombre (por lo menos, no hombre griego). Que el alojarse en el lugar de los símbolos, en el lugar de la polis sea un morar, un vivir, un habitar, un demorarse de ese cuerpo que puede llamarse -quizás- hombre, no está ni predeterminado, ni puede darse por seguro, puede salir de allí, puede no entrar allí (Aristóteles dirá que aquel que no es ni dios ni animal podrá ser hombre, junto con otros. Luego, la locura puede ser una salida. Una salida de ese estar con otros y una salida del hombre griego. Salida de la vida humana de los símbolos y no por ello ser inhumana, no hay nada más humano que la locura. Sólo el hombre la padece. Símbolos que marcan, pesan, símbolos-fuego, símbolos-hierro, palabras que marcan, que marcan un destino ineludible, trágico podemos decir. Una carne que quiere sacudirse todos los oropeles de la existencia efímera e ineficaz. Carne desnuda que grita por todos los orificios de su carne: no. No quiero ser, ni con ustedes ni como ustedes.
Un loco es alguien que no quiere ser ni hombre griego, ni hombre con otros hombres. Profundo rechazo de lo que en el canto coral, Simónides (556 aC.- 467 aC.) plantea como propio de lo humano: Frag. 2 (9 D).
"De los humanos pequeño es el poder
e inútiles los propósitos y penas.
En la breve vida hay pena tras pena.
Y la muerte ineluctable siempre espera.
porque igual porción de ella reciben
los valerosos y quien es cobarde".
En una síntesis apretada de la medicina hipocrática podemos considerar que: la medicina griega -en los escritos hipocráticos- piensa una concepción dinámica de la enfermedad. El hombre está en la naturaleza (physis) y de élla recibe ciertas influencias (vientos, sol, comidas, aguas, etc). La naturaleza en él y fuera de él es acción, armonía y equilibrio (o desequilibrio) de distintos elementos. Si hay perturbación de este equilibrio hay enfermedad. En el hombre el equilibrio lo es de cuatro humores (flema, bilis amarilla, bilis negra y sangre) cuyas cualidades (cálido-frío; húmedo-seco) se agrupan en pares contrastados, la fluidez de los humores es capaz de soportar variaciones y oscilaciones. Dada una enfermedad, la técnica médica será la encargada de reestablecer -remedando las tendencias en el individuo- la salud.
Aforismo 1, Seccion primera: "La vida es breve; la tekné, extensa; la ocasión (el kairós), fugaz; la experiencia (empireia), insegura; el juicio (krisis), difícil".
El aforismo número uno condensa en sí, palabras que muestran como era considerada la medicina en aquellos tiempos. ¿Cuál es la posición del médico? ¿Dónde está aquél que se llama médico? Se dice que la vida es breve, en este breve, es donde reconocemos al médico, la vida del médico es breve, como la vida del hombre. Y, por cierto, se trata de la vida. Primer palabra a destacar: breve. Demócrito, Anaxágoras y Empédocles, como la poesía y la épica anteriormente y Séneca, posteriormente, se refieren a la brevedad de la vida. Segunda palabra: tekné. Es lo que es enseñable, se opone a la casualidad, tiene límites y un fin concreto, curar y evitar la enfermedad,(tekné reune nuestros conocidos términos de ciencia, arte y técnica); la tekné es el saber hacer por haber aprendido y el poder enseñar con vistas a un fin determinado. Tercer palabra: kairós, el momento oportuno; hay que aprovechar el instante propicio; palabra repetida muchas veces en los tratados hipocráticos; de poder aprovechar la ocasión, depende, muchas veces, la vida del enfermo (los estoicos retomarán la dimensión temporal del kairós). La cuarta palabra: experiencia. Empireia, es el trato con las cosas. Con las cosas de la enfermedad la situación no es segura. En estricta relación con la tekné, empireia, es suma de tratos. Quinta palabra: krisis, el juicio. Juicio sobre lo particular de la enfermedad y juicio sobre la medicina en general, esta distinción no era fructífera para los griegos, no era de ellos, la medicina no existía más allá de la "tekné". Aquel que poseía la capacidad de emitir un juicio sobre la enfermedad era capaz de neutralizarla.
Aforismo 1, Sección quinta: "Convulsión causada por heléboro, signo mortal".
La aplicación del heléboro (un hemético, vomitivo) como remedio provenía de tiempos antiguos. Una de las vertientes que confluyen en la medicina griega es la de aquéllos que recogían y utilizaban las plantas como fármacos (rhizotomai).
Aforismo 110, Sección quinta: "Cuando en las mujeres se concentra la sangre en los pechos, eso indica locura".
Aforismo 65, Sección quinta: "Los enfermos que muestran hinchazones en las úlceras no tienen muchas convulsiones, ni enloquecen. Pero, si desaparecen esas hinchazones de repente, los que las sufrian en la parte de delante tienen convulsiones, tétanos; los que las padecían en la parte posterior, locuras, dolores agudos de costado, o supuración, o disentería, si las hinchazones fueran excesivamente rojas"
Aforismo 21, Sección sexta: "Si sobrevienen várices o hemorroides a los que padecen locura, eso es la solución de la locura".
Aforismo 53, Sección sexta: "Los delirios que se producen acompañados de risa son bastante seguros; los acompañados de seriedad, bastante peligrosos".
Aforismo 5, Sección séptima: "En estado de locura, la disentería, hidropesía o perturbación mental son un buen síntoma".
Signo-signos de la locura en la medicina. Búsqueda de causas (próphasis), intervención en la physis, la enfermedad es desequilibrio, el médico debe intervenir atendiendo a lo que es en la naturaleza (physis), orden y equilibrio. Es desde aquí que puede escribirse un tratado como:"Sobre la enfermedad sagrada". Se trata de la epilepsia, sí, pero epilepsia (epilepsis) significa en griego ataque. ¿Ataque divino? No, dirá enérgicamente el autor de este texto, ésta es la concepción popular de la enfermedad, de allí su nombre. La enfermedad sagrada es más enfermedad que sagrada. El origen de esta nominación "enfermedad sagrada" lo atribuye pseudo Aristóteles -Problemata, XXX, I- a que "los antiguos llamaron a los padecimientos de los epilépticos 'enfermedad sagrada' por Heracles, pues él era de tal naturaleza". Transcribimos a continuación algunos pasajes del tratado "Sobre la enfermedad sagrada" pues, a nuestro entender, muestran no sólo a la epilepsia sino también a la locura considerada por la medicina.
"Acerca de la enfermedad que llaman sagrada sucede lo siguiente. En nada me parece que sea algo más divino ni más sagrado que las otras, sino que tiene su naturaleza propia, como las demás enfermedades, y de ahí se origina. Pero su fundamento y causa natural lo consideraron los hombres como una cosa divina por su inexperiencial (apeiría) y su asombro, ya que en nada se asemeja a las demás.
Pero si por su incapacidad de comprenderla la conservan ese carácter divino, por la banalidad del método de curación con el que la tratan vienen a negarlo. Porque la tratan por medio de purificaciones y conjuros" .
"... veo a personas que enloquecen y deliran sin ningún motivo evidente y que realizan muchos actos sin sentido; y se de muchos que sollozan y gritan en sueños, de otros que hasta se ahogan, y otros que se levantan de prisa y se escapan fuera de sus casas y desvarían hasta que despiertan, y que luego están sanos y cuerdos como entes, quedando pálidos y débiles, y eso no sólo una vez, sino muchas" .
"Me parece que los primeros en sacralizar esta dolencia fueron gente como son ahora los magos (mágoi), purificadores (kathartai), charlatanes (agyrtai) y embaucadores (alázones)".
"...conservando la excusa de que de nada son ellos responsables, sino sólo los dioses" .
"Porque purifican a los que tienen la enfermedad con sangre y otras cosas semejantes, como si tuviera alguna man cha de sangre, o fueran criminales, o hechizados por otros hombres, o hubieran cometido algún acto sacrílego".
"Se puede reconocer esto -(el cerebro afectado) - muy precisamente- en algunos anirnales atacados por la enfermedad y muy en concreto en las cabras. Pues ellas son afectadas muy a menudo. Si le abres a una la cabeza, encontrarás que su cerebro está húmedo y rebosante de líquido hidrópico y maloliente, y en eso reconocerás de modo claro que no es la divinidad la que infecta el cuerpo, sino la enfermedad".
"Conviene que la gente sepa que nuestros placeres, gozos, risas y juegos no proceden de otro lugar sino de ahí (del cerebro) y lo mismo las penas y amarguras, sinsabores y llantos..." .
"También por su causa enloquecemos y deliramos, y se nos presentan espantos y terrores, unos de noche y otros por el día, e insomnios e inoportunos desvaríos, preocupaciones inmotivadas y estados de ignorancia de las circuns tancias reales y extrañezas".
"Así por ejemplo, enloquecemos a causa de su humedad".
"La corrupción del cerebro se produce a causa de la flema y de la bilis. Reconocerán una y otra causa por los siguientes rasgos: los que enloquecen a causa de la flema están tranquilos, y no son gritones ni alborotadores, los que desvarían a causa de la bilis van gritando y son peligrosos e inquietos Y siempre están haciendo algo absurdo. Si enloquecen de modo contínuo, esos son los motivos. Pero sí presentan espantos y temores, eso sucede a causa de una alteración del cerebro. Se altera al calentarse. Y se calienta a causa de la bilis".
"De acuerdo con esto considero que el cerebro tiene el mayor poder en el hombre".
"Esa enfermedad que llaman la "enfermedad sagrada" se origina a partir de las mismas causas que las demás, de cosas que se acercan y se alejan, es decir, del frío, del sol y de los vientos que cambian y que nunca son estables. Esas son cosas divinas, de modo que en nada hay que distinguir a esta dolencia y considerar que es más divina que las restantes, sino que todas ellas son divinas y hu manas. Cada una tiene su naturaleza y su poder en sí misma y ninguna es desesperada e intratable. La mayoría pueden remediarse mediante esas mismas cosas en las que tienen su origen" .
"Aquél que sabe producir lo seco y lo húmedo, lo frío y lo caliente entre los hombres, mediante la dieta, ese puede curar también este enfermedad, si reconoce los tiempos oportunos (kairós) para los tratamientos adecuados, sin purificaciones ni magia, ni toda la charlatanería de ese estilo"
Que el médico puede incluir a la "enfermedad sagrada" como una enfermedad más entre las otras no quiere decir que su visión de la realidad (naturaleza-physís) sea sin dioses, despojada de divinidad. "Todo está lleno de dioses" dicen que dijo Tales; todavía no hay una visión secular de la naturaleza, falta mucho para llegar al siglo XIX, pero el médico puede intervenir allí. Ese será su arte, saber que sucede, reconocer las causas. Esa será su técnica: intervenir a tiempo y reestablecer el equilibrio en el cuerpo. Ese será su fin: curar.
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Con versiones-Julio 2004