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Insistencia
(Insistencia en la Transdisciplina)
(O Tratado del mismo ritmo golpeado sobre el parche del tambor)[*]

Sergio Rocchietti
Luciana Prato

 

"Ese insensato juego de la escritura"
                                      Mallarmé

"Esa insensata actitud de estar vivo"
                                         S.R.

 

El nombre de un lugar

Pensar es incómodo. Y lo hacemos solos. Hasta que se logre que sean exteriores, los monólogos interiores van a seguir siendo interiores. Nuestra pregunta fue ¿cómo hacer para que los pensamientos sean exteriores? Claro está que no podemos hacerlo cuando se suceden en nosotros, pero sí existen artificios para que una vez ocurridos, otros puedan enterarse de ellos.
Uno de éstos artificios es la creación de un lugar. Un lugar hecho de palabras. Un lugar hecho de escrituras. ¿Cómo dar lugar? Simplemente respondemos: haciendo. Haciendo lugar. 
Hoy elegimos la ausencia de un nombre para dar lugar a la exterioridad de lo que comúnmente es incógnita o mera ocultación. Pensar es nuestra insistencia y querer hacer algo con eso; también allí radica nuestra insistencia.

Pensar es incómodo.
Y pensar es un verbo. Así en infinitivo, mostrando una acción que no cesa. Otra cosa hubiera sido hablar de pensamientos como substantivos. La substancia de nuestros pensamientos, ya la filosofía pasó por allí. Para nosotros pensar es en infinitivo porque la tarea del pensar y sus consecuencias son y serán infinitas. Luego pensar es el nombre que hace un lugar que intenta ser de pensamiento, emoción, sensación, olvido, retorno, pregunta, acción, respuesta, y de nuevo el necesario olvido.  Y luego otra escritura, otro diálogo, quizás alguna confrontación...

Un lugar de pensamiento es el resultado de muchas cosas que no se ven y no se verán. Un lugar de pensamiento es el resultado.  ¿El resultado o el inicio?:  El resultado y el inicio.

Comodidad de un nombre que hace lugar porque existe la incomodidad de un nombre que no da lugar. Un lugar como éste es un espacio ausente que uno lleva adentro.  ¿Uno quién? Uno, dos y tres. Los que intentamos crear este espacio. Reiteramos, se hace presente como una ausencia. No hay lugar, no se da lugar al pensamiento si no se piensa o siente que hay un espacio ausente  (Ver "La ausencia del libro", M.Blanchot). Insistimos, para nosotros este espacio se constituye  cuando advertimos la tarea infinita del pensar dado por lo no posible de ser pensado.
Si pensar es incómodo, aún es más incómodo sentir lo no posible de ser pensado. A riesgo de ser optimistas: lo no posible de ser pensado, aún. Puede ocurrir que este lugar sea un lugar donde se dan a ver cosas.  Y en este caso, el lugar adopta la forma de una pantalla.  Quizás podamos augurar que no sólo sea vista sino que además pueda ser leída.

Nuestra propuesta es la de un lugar que acepte y permita estos calificativos: contracultural, heterodoxo, heteróclito, errático y mutante. Esto, dirán algunos, lo permite la postmodernidad.  Y nosotros decimos: sí ¿y qué?  O es que se va a inferir que, porque esto lo permite la postmodernidad somos posmodernos. No se puede elegir tan alegremente lo que se es; ahora, somos postmodernos en tanto vivimos en una "época postmoderna" pero no sólo lo somos sino que intentamos agregar algo más a ello.



(Ya que somos postmodernos) No se trata de ser ingenuos (con el malestar)

Entonces, contracultural.
Pero, sería ingenuo de nuestra parte proponer una contracultura que sólo pusiera el acento en lo contra de contracultural, (y por otro lado, ¿por qué no ser ingenuos?).  Bueno, ser ingenuos de vez en cuando.  De vez en cuando. No "trabajar de ingenuos", dejarnos engañar no sabiendo que nos engañan, ¿quiénes? otros no, no sólo otros, sino lo que nosotros mismos hemos establecido, querido, añorado, (¡hay tantas ocasiones!). 
La ultralucidez es un destello, quizás la ingenuidad sea un punto de partida (o partidas), pero no se puede estar empezando siempre, sino, también, como con la ingenuidad, de vez en cuando.  De vez en cuando ser ingenuos.  De vez en cuando seguir comenzando.
Y a contracultural agregamos lugar heterodoxo. Es decir, que se encontrarán aquí opiniones diversas, pues ¿qué se puede hacer con las distintas versiones que circulan por ahí? Una de las formas del relato son las versiones ¿cómo hacer con ellas? ¿que significar? ¿qué sentidos sostener? ¿cuáles nos sostienen?
Y heteróclito, errático, mutante, que hablan de un pensamiento que no se ajusta a las reglas, que prefiere el riesgo de deambular errante por los abismos escarpados.  Que elige no instalarse en los lugares asignados de chatas planicies sino que se orienta hacia las cumbres, los lugares no explorados, los senderos laberínticos que auspician posibilidades de descubrir nuevas formas, de crear nuevos rumbos, de mutar y devenir otros.  De crear nuevas respuestas, nuestras respuestas, las de cada uno.

 

Advertencia: Las masas-virtuales acechan y de cómo crear antídotos.

Necesitamos caracterizar a esta postmodernidad y no sólo desde su posteridad.
Tenemos prioritariamente que percibir cómo se van configurando los dispositivos que permiten que nosotros creamos en determinadas cosas.  Tenemos que desentrañar los mecanismos que generan las creencias y que hacen disponer las opiniones para que cada uno de nosotros crea, crea fervientemente, crea fervorosamente, ¿qué?, que sólo hay una manera. Una manera de sentir, una manera de pensar, una manera de hacer. Una de vivir, y una de morir.
Una manera proteica, sí, que asume múltiples formas pero múltiples formas de lo mismo.  El incluirnos en lo mismo hace inmediatamente a la posibilidad de quedar incluidos en dispositivos de masa, ante lo cual surge nuestro rechazo, sentimos que es una palabra que propone emociones fuertes, pero no podemos evitarla. ¿Por qué surge nuestro rechazo?.  Porque la masa es la mejor manera de ejercer el pervertidor amor al líder y recibir el perverso amor del líder.  El líder no ama a la masa sino que la masa es el mejor modo de amarse a sí mismo. El líder ama en la masa a una extensión infinita de sí mismos multiplicados. 

"¡Claro, ahora entiendo, lo que pasa es que ustedes no pueden amar!  No pueden amar, ni al padre, ni a la madre, ni a sus hermanos". Dirán algunos. Quizás sea cierto; no los podemos amar dentro de esa estructura de masa en la que amar es obedecer. 
Los reproches deben ser tenidos en cuenta, para ser transformados en materia de otra cosa, pero para lograr eso, lo primero es aceptarlos. Lo que no aceptamos es formar parte de la estructura hipnótica –llamada amor– formada por el líder y "su masa".

Y no es que estemos en contra, porque es inútil sólo batallar, desde allí, la guerra está perdida desde hace tiempo. Porque la guerra es sólo la continuación de una política (parafraseamos a Von Clausewitz) y la política, si invertimos los términos, no es más que la guerra disfrazada (véase la microfísica del poder de M. Foucault); sentimos que no se trata de ser guerreros. No se trata de ser guerreros para batallar contra lo mismo. La multitud, la masa, no es sólo y especialmente no solo, una agregación de individuos. 

Error grave: considerar que las masas siguen siendo el ejemplo del siglo XX, revolución rusa, china, guerras mundiales, juventudes y partido nazi, etc. Esto se inició hace pocas décadas y hoy tiene una vigencia "global", debemos, imperativamente pensar en términos de "masas virtuales".

Reflexión: Quizás sí se trate de ser guerreros, depende de qué guerreros.  ¿Guerreros del discurso? Un guerrero del discurso, un descifrador de dispositivos no blande espadas y sin embargo corta; un luchador que observa y piensa, que puede encontrar hasta y especialmente en los pequeños gestos, los signos de lo que allí se está desarrollando como drama mayúsculo; un andador de tiempos diversos que puede anticipar lo que sobrevendrá por escrutar las líneas tensas de lo temporal; un guerrero actual que no dilapida recursos, los concentra en puntos
fundamentales de las estructuras, de los macro dispositivos. Guerreros o no, primero se trata de ser. No reinstalamos metafísicas, el ser haciendo requiere acciones aún no ejecutadas.

Oponerse a las creencias de las masas-virtuales requiere un esfuerzo que podríamos llamar heroico, pero no se llega a esta oposición sólo por las vías de la heroicidad.  Hay otros caminos, hay otros senderos, y hay lo que ni siquiera está trazado. (No es una cuestión actual, en todas las épocas hubo esta actitud).
Y oponerse a las masas virtuales de hoy no es una oposición hueca, sino una oposición que debe ser minuciosamente construida, no un impulso ciego sino impulsos lúcidos, interrogados, que llevan a actividades pensadas y recuperadas.
Y también recuperar esos mismos impulsos una vez alcanzadas las metas, que al ser así tratados (los impulsos), recuperados luego de los logros o los fracasos, ya son otros, no son los mismos. Esto es reiterado, luego se hacen indistinguibles en su movimiento, no así en su detención, que es cuando pueden ser diferenciados. Las energías admiten modificaciones.

Se trata de ser y también de no ser; esto requeriría muchas explicaciones, dejémoslo así, ahí. El hacer también. Quizás podamos orientarnos en este vector de escritura.

 

(De una posición que no es opuesta sino diferente) Si se lee: hay escritura que agrieta.

Contraculturales, heterodoxos, heteróclitos, erráticos y mutantes. Esta es la propuesta que hacemos.  Agréguese, si se puede, transdisciplinarios, y tendremos lista la ensalada.   Es decir, lo reiteramos (no olvidar: "Insistencia") transitaremos pensando en los modos de recorrer de Dionisio, Zarathustra, Atila, Bernardo, o Buda, un nomadismo del pensar.  Y el hacer, y el sentir. ¿Quiénes seremos? ¿Quiénes somos? ¡Qué importa!
Proponemos adentrarnos en lugares inexplorados quizás, o poco explorados. Transitaremos los bordes, los pliegues, las grietas entre las creencias y los discursos armados.   Y la escritura resultante será una escritura de borde, que se inserte en los pliegues, las grietas y que genere más pliegues, más grietas.  Lectura y escritura sobre la frontera, el confín, pasaremos por los centros, no nos detendremos allí. Una experiencia del límite y del regreso. ¿Qué traeremos de allí? No lo sabemos. Sólo iremos y regresaremos y volveremos a irnos.
Una escritura rizomática, ¿no, Deleuze? ¿no, Guattari? (Véase "Mil Mesetas"). Una escritura que camine sobre las paredes, sobre el techo, sobre el fuego, que horade, desmonte y perturbe y calme. Y también llegará el reposo, necesario para nuevas travesías.
¿Entonces? No hay identidades que se sostengan en este propósito de desmantelar dispositivos, ¿por qué? Porque somos nosotros  mismos los cuestionados, los emplazados, los discutidos, los interrogados, y a veces, alcanzamos frágiles respuestas. Provisorias.
Provisorias tanto como nosotros.

Insistiremos. Insistimos e insistiremos. Tantas veces como sea innecesario. Sí, innecesario. ¿Por qué cree usted que hay necesidad?. Porque nos lo  enseñaron. Nos  lo dijeron, nos lo hicieron creer. Aquellos que nos amaban nos lo dijeron cuando éramos muy chiquitos. Aquellos nos lo dijeron, quizás era cierto, ¿qué cosa?, ¿qué nos amaban?. Sí, a veces sí, a veces no. Quizás era cierto lo que le dijeron a usted, lo que nos dijeron a nosotros.  A veces si, a veces no. Los mismos, las mismas, a veces si,  y a veces no.
Esto puede ser un buen comienzo. La educación emocional. A veces si, a veces no.
Axioma: no hay absolutos en lo humano emocional. Corolario: las emociones son  contradictorias, alternas, confusas y a veces claras, a veces no.

 

La metáfora de la razón capitalista

La postmodernidad no es más que la época donde existe un sólo modo político de organización: el intercambio. Intercambio de bienes, servicios, información. Y aquí deberíamos detenernos a pensar en la comunicación.

Comunicación - Posmodernidad.  Podemos remontarnos a Mc Luhan y sus vaticinios sobre los medios electrónicos de comunicación (Véase "La aldea global")  Podemos afirmar que su ¿idílica? aldea global se ha convertido en una terrible trivializadora de la existencia. Redes, conexiones, comunicación inmediata y al instante, teléfonos e informaciones, datos...  Se instaura el homo comunicans que saca su energía vital del estar conectado con el exterior. Y la existencia se torna vacía, trivial y atada a porcentajes e informaciones vanas.  Intercambio, permanente de todo y de todos. Sí, todo puede intercambiarse, claro, luego de pasar por la matriz que lo torna cuantificable. Cuantificable en la abstracción del mercado, cuantificable en dinero. Cada cosa -transformada en mercancía- puede ser sustituida, metáfora de la razón capitalista (valor de uso, valor de cambio, plusvalía, K.Marx,  véase "El capital"). El colapso de un modo distinto, pero no más eficaz, trajo como consecuencia esto, caída del muro de Berlín, 1989. Ahora, ¿ésto es lo importante?. Pensamos que no. Quizás se datará así, pero la postmodernidad llegaba desde antes; nos aventuramos a proponer que es desde que se logró vencer la fuerza de gravedad de la Tierra. Ese gesto de no liberación, aunque pueda sostenerse lo contrario, es el que traerá los incrementos tecnológicos que hacen y harán nuestro presente y nuestro futuro. Ahora también agreguemos que nuestra observación es eminentemente histórica y parcial, son muchos los elementos, y en rigor, cadenas de acontecimientos, y cadenas no lineales, las que van preparando nuestras significaciones para dar lugar a las creencias, y una vez allí, ya nada es como era. Entramos en dimensiones que antes no tenían vigencia y que ahora la tienen, por eso al tiempo lineal debemos plegarlo, dándole espacialidad, y llegamos al famoso "espacio-tiempo". Lo intersectamos. Y así, nuestras consideraciones admiten más perspectivas. Pero recordemos que cada vez que nos situemos en un lugar dejaremos de considerar otros. Es así. No podemos ser más que parciales.     

La "aventura espacial" es la que diseñó nuestro presente, la computadora, y la invención del "microchip" son los que logran la unificación virtual de nuestro mundo, lease "globalización". A la globalización le corresponde la hegemonía del, por nosotros llamado, "sistema i.c.o.", pues es la interacción y funcionamiento de lo económico , lo informático, y lo mediático (ico,ico,ico; en algunos resonará el eco de esta reiteración).
Cada uno de estos campos requiere per se, una y varias, investigaciones que extraigan de ellos, cuáles son los dispositivos que hacen a la constitución de un sujeto otro al que llamamos, siguiendo la moda, postmoderno, para hacer notar su oposición o diferencia con el sujeto moderno.
Si el despliegue de las observaciones logra cernir la sutileza y precisión de los microdispositivos, que en conjunto hacen a los macrodispositivos, no habremos hecho más que una ínfima parte de la tarea.
Y si relacionamos estos tres campos entre sí, veremos erguirse ante nosotros un complejo macrodispositivo que funciona sólo y con nuestra ayuda, según lo consideremos. Funciona sólo porque no nos necesita a nosotros para seguir en curso; funciona con nuestra ayuda porque no somos más que elementos contribuyentes a su mantenimiento. ¿Cómo? De múltiples formas. Todos y cada uno de nosotros participamos de este macrodispositivo, depositando creencia, pertenencia, aquiescencia, sin detenernos a considerarlo.  Insertos en el macrodispositivo dejamos de percibirlo, dejamos de extrañarnos, dejamos de ver. Y presos en su flujo permanente, nuestro ser se volatiliza como un fantasma obediente al devenir de la matriz. No podemos distanciarnos de ese círculo que nos envuelve. Obnubilación de la capacidad crítica. Desintegración de la pregunta, de la sensación de incomodidad. Imposibilidad de pensar, de actuar.  ("Y yo,¿qué le voy a hacer?").
Si dejamos a nuestras preguntas y emociones en un estado crónico de narcosis, alimentado por las regulares dosis mediáticas, entonces sí, la batalla está perdida. Las pantallas ya la han ganado. No decimos nada nuevo cuando proponemos la victoria de las pantallas.  Ahora, ¿diez personas que piensan son iguales a diez millones narcotizados?. Sabemos que no. No se trata de números sino de calidades.  Sentimos que no. Postulamos que no. Una existencia corpuscularmente dolorosa, intensamente atenta jamás puede equipararse al ensueño de las razones comunes, a los dispositivos de ensoñación constante que transforman a los seres en larva, esperando una metamorfosis irrealizable. Seres larvados, masajeados en sus nichos.  Atentamente Matrix. (Si uno lee hasta Hollywood sirve).

El medio es el mensaje.
El medio es el masaje.
Y el masaje es el masaje.
Bonitos modos de quedarse dormidos.  Si se entumecen los músculos, al dormir, se puede percibir el masaje mensaje que se recibe en los nichos.

Podríamos decir entonces que desde la cómoda sensación después del paso del masajista que amolda al nicho, este espacio está maldito. Es un fracaso. Porque este lugar está fuera del mercado.

Está fuera de la razón. De la razón capitalista.
Nuestras letras son irracionales a la razón capitalista.

 

 Pantallas, masas-virtuales, realidad

Las pantallas han ganado si, allí donde se proyectan los relatos animados, cine, televisión, no realizamos ejercicios de separación y cuestionamiento; las pantallas también están en los otros medios, sean gráficos o radiales; las pantallas han ganado si nos dejamos persuadir e hipnotizar por esos recubrimientos a los que después llamaremos "realidad". La realidad no es más que una o muchas construcciones compartidas. La realidad es un producto mediático. La realidad es un producto intermediático.
Entre nosotros y la realidad se yerguen los medios. Entre nosotros y el mundo se interponen los canales perceptuales de los medios que interpretan para nosotros. Entre nosotros vamos a hablar con las palabras, las opiniones, y los resultados, que dan determinadas opciones y no otras, con las opciones que nosotros no creamos, pero sí en las cuales creemos, porque vienen en formato multimedia, dichas por "mediadores" o "formadores de opinión". Nuestras opiniones y conclusiones, si en verdad son "nuestras", esto es, surgidas en nosotros y meditadas en nosotros, serán mucho más importantes que cualquier "información" que será solo el producto de una comunicación que nos deja y nos dejará inmóviles e iguales.

Cada medio (de comunicación) construye su realidad; el medio "crea" su mensaje y lo determina bajo la comunicación que utiliza. Si nos dejamos impactar, o somos el blanco de todos los mensajes emitidos, ¿en qué nos convertimos?, nada más que un "hombre masa mediático", homo videns.  Ya nos hemos atrevido a formular la hipótesis de las "masas virtuales", característica de la segunda mitad del siglo XX, la seguimos sosteniendo y creemos que se sigue complejizando, por ejemplo con la aparición de Internet. No es que ubiquemos al usuario de la web en el sitio del "hombre masa virtual", éste es un hombre sin atributos (E.Musil), es una hipótesis de consumo en el mejor de los casos, si el navegante promedio de Internet, otro cálculo, se transformará en eso, no lo sabemos, lo que sí podemos afirmar es que habrá muchos intentos para que lo sea.
Pero no se trata de creer que la destrucción de los medios de información, como ludditas postmodernos, traería aparejado un acceso directo a la realidad. (¿Qué es lo real?) y tampoco seguiremos cargando las tintas, como se decía antiguamente, en que estos medios de información son más de desinformación que de información. No es así.  

O, si ustedes quieren, es así. Pero hemos establecido que no podemos ser más que parciales, lo cual nos obliga a intentar un cambio de posición de nuestros lugares de enunciación. Y esto no es más que intentar mostrar nuestros propios lugares de emisión de mensajes. Hablamos y escribimos desde el lugar donde la propuesta es: hay cambios por hacer. Hay cambios para hacer. No estamos conformes con el mundo tal cual es.

 

Somos hijos del tiempo

Pero no hay caso, somos hijos del Tiempo, lo cual es decir "todos somos hijos de Cronos", véase el período negro de Goya, sí, el pintor español, del cual se conoce popularmente "La maja desnuda", bien, si se puede, admírese su cuadro "Saturno devorando a sus hijos", lo cual es decir Cronos, ya que Saturno es la versión romana del dios griego, y Cronos no es otra cosa que uno de los nombres que los griegos le daban al tiempo. 
Entonces, volvemos al punto inicial, somos hijos de nuestro tiempo, que no es más que aquél en el que vivimos y aquél que recibe la influencia de otros tiempos, que quizás no están pero si uno se toma el trabajo de rastrearlos los encuentra en plena vigencia. Una nota al pie que la dejamos en la mano, así como planteamos que los espacios se pliegan, debemos agregar que también los tiempos lo hacen. Como somos hijos de este tiempo y de otros, nuestras propuestas intentan cernirse a dispositivos de escritura.  Podemos considerar la escritura como una decantación de tiempos.  Dejamos para otra oportunidad la observación de la huella, la memoria, el olvido y su retorno.

Ejercicio: Uno. Tómese una letra.  Ubíquese una tipografía medieval miniada, ejérzase su impresión en un soporte plano.  He aquí una concepción de la letra y la escritura  sumamente insuficiente.
Dos: Tómese un cuerpo e inscríbanse en él, en un lugar no localizable pero sí distinguible hechos o sucesos, ésta puede ser otra consideración de la escritura, netamente orientada hacia otras regiones. 

La escritura es surco sobre la carne. 
Recuperación o no de un trazo insoslayable.
Bordes quemados de archivos ausentes.

Somos, hoy, no le tememos a las palabras, postmodernos, porque vivimos una época postmoderna, mal o bien que nos pese, o no. Y también hemos vivido otras épocas, no postmodernas, quizás modernas. No importa cómo se llama esta pequeña dimensión de tiempo, quizás y no estamos muy seguros de esto, quizás sea interesante y no muy importante, detenernos a considerar qué es lo que hacemos nosotros viviendo en esta postmodernidad.

Por eso si planteamos: hay cambios por hacer. Nuestro lugar de enunciación fue éste, agregamos que nuestro dispositivo es un dispositivo de lectura y escritura. Entre ambos, el pensamiento. También podríamos decir que pensamos en esos lugares, sí, podemos considerarlos a ambos como lugares, a la lectura y a la escritura.

La escritura conlleva necesariamente la lectura.
La escritura conlleva necesariamente a la lectura.
La escritura no es simétrica de la lectura.
La lectura no es simétrica de la escritura.

El pensar esa es otra cuestión, ¿no, señor Heidegger? Aunque nuestro pensar no será "nuestro pensar" sin la lectura y la escritura. Y, por cierto, eso es también otro lugar. Para qué pensar, ese es otro asunto.

¿Por qué no lanzarnos con la escritura en los pliegues del espacio tiempo?
¿Por qué no inaugurar pliegues, grietas, lugares?
¿Por qué no aspirar a lo ingrávido? ¿Por qué no hundirnos en la pesantez de la tierra?

¿Continuará?- II- 2001

[*] Anexo, en letras pequeñas. Aclaración al subtítulo.  Nuestra insistencia retumba en el parche del tambor porque nos ofrece una sonoridad timpánica que no retoma la relación tímpano-himen de Derrida (ver "Glas"). Nuestras sonoridades son castellanas. Comarca de castillos, ruido de las piedras, altas murallas, fosas profundas y almenas custodiadas. El tambor resonando hace el ritmo de la insistencia que se agolpa en nuestra sangre.  Y el tambor-tímpano hace resonar el llamado de la tribu, otros tiempos cuando lo trivial no era sino tribal, época de subsistencias, ajena a nuestros derroches de obsolecencia planificada e ignorada por los "consumidores". El golpe en el parche del tambor suena en nuestro propio parche timpánico. ¿Resonancia, consonancia, disonancia? Saturación que puede hacer del ritmo, ruido, o agudeza del percibir, sonido. ¿Puede llegar una pregunta a ritmar nuestra existencia? Sí. Nos preguntamos desde cuando insistimos y evocamos, para nosotros, distintas figuras de ello, que nos llevan hacia nuestra lejana infancia. Insistimos desde allí y, creemos, que seguiremos insistiendo hasta nuestra disolución. Insistimos lo cual, por cierto, constituye un fastidio... para los otros. O ni siquiera eso, una pequeña molestia... o nada.

 


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